Buscando un día
Sopla como tú la inmensidad terrestre
y eleva en los rincones de la piedra y del salitre
un árbol poderoso, pequeño, taciturno,
que sin embargo cubre sobre el cielo las estrellas,
que sin embargo indaga más allá de las raíces,
y vaga en soledad junto a los vientos furibundos
y entre los perros callejeros que la ciudad no deshabita.
En la raíz, en la bondad, en el río que nos nutre,
como tú, la esperma de los héroes resucita
y la humildad del pobre que lo que supo sólo es muerte
y la agonía del cristal que quiso hacerse remolino,
cuchillo, un resplandor o una fragancia de las rosas.
Acecha en la humedad de los inviernos y del llanto,
confía en el bastión que de boca a boca nombras
y que de mirada en mirada construye el horizonte.
La tierra no es pues piel, guitarra, mordedura,
es sólo una mujer que como todas las mujeres
amó sin resignarse a ser amada en el olvido,
levantando por ello los frutos como a un hijo,
regalando por siempre su greda a las palomas
y esperando, como tú, la gran derrota de los tristes.
Ese día una flor perfumará toda existencia,
será nuestra la risa cuyos pétalos conquistes
y el surco paridor tendrá el latido en que tú cantas.
28 04 11
Sopla como tú la inmensidad terrestre
y eleva en los rincones de la piedra y del salitre
un árbol poderoso, pequeño, taciturno,
que sin embargo cubre sobre el cielo las estrellas,
que sin embargo indaga más allá de las raíces,
y vaga en soledad junto a los vientos furibundos
y entre los perros callejeros que la ciudad no deshabita.
En la raíz, en la bondad, en el río que nos nutre,
como tú, la esperma de los héroes resucita
y la humildad del pobre que lo que supo sólo es muerte
y la agonía del cristal que quiso hacerse remolino,
cuchillo, un resplandor o una fragancia de las rosas.
Acecha en la humedad de los inviernos y del llanto,
confía en el bastión que de boca a boca nombras
y que de mirada en mirada construye el horizonte.
La tierra no es pues piel, guitarra, mordedura,
es sólo una mujer que como todas las mujeres
amó sin resignarse a ser amada en el olvido,
levantando por ello los frutos como a un hijo,
regalando por siempre su greda a las palomas
y esperando, como tú, la gran derrota de los tristes.
Ese día una flor perfumará toda existencia,
será nuestra la risa cuyos pétalos conquistes
y el surco paridor tendrá el latido en que tú cantas.
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