Cambio mi nombre a Amante
Dimos paso al deseo errante de aquella noche.
Y ante huracanes de lujuria, el deseo susurra,
sin pensar, hoy domina el vil y atroz derroche
ante la pasión que en tus labios se apresura.
A besar los míos que de forma aun insegura
te besan en noches de incandescente pasión.
Llega la culpa. Quizás ya no halla opción,
quizás el destino quiso esta inmensa locura,
pero dormir tranquilo no lo concibo hoy.
Tu cuerpo ya tiene dueño y ese no soy yo.
Se vistió de rojo pasión, esta loca fantasía,
que yo no siendo tuyo, mío te hacia,
pero mío no eres, sin dudas eres de el.
¿A quién realmente tu cuerpo pertenece?
Al hombre que le dices te amo cada mañana,
o al que aseguras que te lleva a otro nivel.
Ese que bien sabe que fácil puede perderte,
ese que lucha por ya no volverte a ver.
Llega otra noche y me hallo en tu lecho
desnudo, disfrutándote, ya no lo pienso.
Es que ha podido más el intenso deseo.
Pero, cuánta culpa tengo, cuánta tiene el,
o que culpa tienes tú?
Que he dejado de llamarme como me llamo,
Para recibir el adicto nombre de amante,
ese que lucha contra el deseo de tu cuerpo,
de tus muslos, de tu lengua y tu espalda.
Ese que ya no mira igual a tu hombre,
a quien casi ni conozco, pero igual me trabaja,
eso de mentirle y gozarme a su macho.
A ti te sigo admirando con deseo, ese mismo
que espero desaparezca a tiempo.
Derechos Reservados, por el Jimagua
Francisco J. Cartagena Méndez
Dimos paso al deseo errante de aquella noche.
Y ante huracanes de lujuria, el deseo susurra,
sin pensar, hoy domina el vil y atroz derroche
ante la pasión que en tus labios se apresura.
A besar los míos que de forma aun insegura
te besan en noches de incandescente pasión.
Llega la culpa. Quizás ya no halla opción,
quizás el destino quiso esta inmensa locura,
pero dormir tranquilo no lo concibo hoy.
Tu cuerpo ya tiene dueño y ese no soy yo.
Se vistió de rojo pasión, esta loca fantasía,
que yo no siendo tuyo, mío te hacia,
pero mío no eres, sin dudas eres de el.
¿A quién realmente tu cuerpo pertenece?
Al hombre que le dices te amo cada mañana,
o al que aseguras que te lleva a otro nivel.
Ese que bien sabe que fácil puede perderte,
ese que lucha por ya no volverte a ver.
Llega otra noche y me hallo en tu lecho
desnudo, disfrutándote, ya no lo pienso.
Es que ha podido más el intenso deseo.
Pero, cuánta culpa tengo, cuánta tiene el,
o que culpa tienes tú?
Que he dejado de llamarme como me llamo,
Para recibir el adicto nombre de amante,
ese que lucha contra el deseo de tu cuerpo,
de tus muslos, de tu lengua y tu espalda.
Ese que ya no mira igual a tu hombre,
a quien casi ni conozco, pero igual me trabaja,
eso de mentirle y gozarme a su macho.
A ti te sigo admirando con deseo, ese mismo
que espero desaparezca a tiempo.
Derechos Reservados, por el Jimagua
Francisco J. Cartagena Méndez
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