Madre me voy a beber
del ceno más grande de la tierra
. volcán de lava dulce. me engancho de él y lo succiono.
muerdo el botón de piel arrugada- ¡tierra grita!- le ordeno…
se hace la sorda. y lloro.
Madre estoy lloriqueando
como no lo hice de niño, y mis lamentos se engrilletan
en la rabia de mis años mozos.
te estás yendo, no me esperas. te estás quedando solo en las cosas.
-el alcohol suele dejar amarrillos los jazmines- te oigo decir.
los jazmines han sido suplantados en tu ausencia.
tu cuarto huele a lirios. labios muertos. delgadísimos.
hay polvo en las cortinas, husmeando
como en mis ojos resecos. apáticos.
La tarde brutal cae, con suicidas aves negras
que se estrellan en los ventanales
y en los espacios de luz, y se apoderan de todo
mientras espanto al mundo de mí y
cuento las horas de vernos
resusitados en un domingo cualquiera.
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