se encuentra la utopía ahogándose entre espuma,
intenso es su gemido, como danza marina,
clamor desesperado que dirige a la luna.
Serena a su reclamo, testigo de su muerte,
entona la nocturna, el réquiem por mi sueño,
la culpa la corroe, por cómplice silente,
eterna se lamenta, redimirse es su empeño.
El océano altivo la anima en movimiento,
y me ofrece disculpas por natural proceder.
Por una se estremece, por otra sin lamento,
se acierta claramente su profundo parecer.
El cielo platinado anida mi consuelo
y en él se sobrecoge mi alma desvalida,
que alberga en el silencio su doloroso duelo
y espera como siempre en sus brazos salida.
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