Carente,
sumida en la desgracia de ser parte este carrusel,
afuera está el demente,
-me dicen-
incrédulos,
mírense al espejo
adentro también.
Verdugos de lo tolerante,
devotos de lo insípido,
de lo fácil con tramoyas.
El desaire hacia los versos de esta noche,
provoca hojas secas en la sutileza,
y me producen vahídos
ver que no sienten nada,
ante una grandiosa prosa.
A veces exagero,
sí.
Pero es parte de la naturaleza humana que me rige.
Trato de fusionar,
la hoguera de ser poeta,
y de ser parte de una civilización
que olvida la belleza detrás de sus quimeras,
pero no puedo,
tengo tinta en vez de sangre,
y rimas palpitantes
en vez de diástoles.
Provocadora se vuelve la lengua,
cuando se distingue de las demás,
no,
no es hoy mi garganta,
es mi pluma la quiere gritar.
La escuché recitar,
la magnificente poesía,
de sus extrañas concebida,
y le capitularon murmullos.
Ella desgarró su voz,
inmersa en su mundo
de musas y sintonía,
ofreciéndose completa
y no la escucharon,
no,
no hay que escuchar,
hay que sentir,
y eso es tan difícil,
en este avejentado mundo.
No te preocupes poeta,
sé que no me viste filtrada entre la oquedad del gentío,
pero te seguí,
en la oblicuidad que me animan las castálidas,
hasta que desfalleciste
en el último verso…
sumida en la desgracia de ser parte este carrusel,
afuera está el demente,
-me dicen-
incrédulos,
mírense al espejo
adentro también.
Verdugos de lo tolerante,
devotos de lo insípido,
de lo fácil con tramoyas.
El desaire hacia los versos de esta noche,
provoca hojas secas en la sutileza,
y me producen vahídos
ver que no sienten nada,
ante una grandiosa prosa.
A veces exagero,
sí.
Pero es parte de la naturaleza humana que me rige.
Trato de fusionar,
la hoguera de ser poeta,
y de ser parte de una civilización
que olvida la belleza detrás de sus quimeras,
pero no puedo,
tengo tinta en vez de sangre,
y rimas palpitantes
en vez de diástoles.
Provocadora se vuelve la lengua,
cuando se distingue de las demás,
no,
no es hoy mi garganta,
es mi pluma la quiere gritar.
La escuché recitar,
la magnificente poesía,
de sus extrañas concebida,
y le capitularon murmullos.
Ella desgarró su voz,
inmersa en su mundo
de musas y sintonía,
ofreciéndose completa
y no la escucharon,
no,
no hay que escuchar,
hay que sentir,
y eso es tan difícil,
en este avejentado mundo.
No te preocupes poeta,
sé que no me viste filtrada entre la oquedad del gentío,
pero te seguí,
en la oblicuidad que me animan las castálidas,
hasta que desfalleciste
en el último verso…
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