Sincronía en el atardecer…
Sincronía en el atardecer, casi la fuente
perduraba en otro instante, sin lascivia,
la muerte del delgado día no perdura
y agravia la estrechez que no te alivia,
del armazón que la copiosa mente trova
en singular marëo, no la fama, desata
de su voz, ya no la testa, que casi impura
aleve, tras huella de sudor, recova,
En singular capricho, no menguante
aquella boca desafiante, por añeja,
forma de derruir la copla lacerante
nace perpleja, a raíz de un júbilo que deja
la sola voz que el almirante de tu voz
yace y despeja, su sólo ardor, que a sovoz
enjuta y permanece, desierto en voz tan süave,
y encona, y hace latir en breve, ya su ave…
Vespertino, acoso menguante y matutino,
aleve tronza enjuto cierre,
y la madeja de licor, yace desnuda
en otra testa, encofrando sutil ascua rendida,
en otro ósculo la abreva, sol yacïente
de su sömbra desnuda y elocuente,
panoja a mí rendida, nace hiriente
la cláusula a voraz diurna, latente…
La sombra que desnuda sü cläro
en voz propicia, y celebra su ramo, vitalicia
cuya cerviz de loor yace en un faro,
desnuda la odisea de su sombra en otro cläro…
Vespertina la ausencia bajo nave
escopla el universo distendido,
y navega, cual ósculo, gemido
en sombras, sin la voz, en otra ave…
Presiento, que ya la sombra en mi lamento,
yace ya oculta, y navegando la rastrera voz profunda
en otra nave, que sin la huella, de su manto
el ósculo no abreva, lacerando mortaja en que se funda…
Y la huella, de su pie ya distendido, en otra nave,
performa asïdua gentil llave,
desïdia a mi marëo en otra copla,
cual asïdua campana sombras sopla,
Y gemidos deletrëa… Bajo el arpa,
la ciega nuncia nave sola bulle,
y arco en la ballesta en otra nave, zarpa
así la voz encubriera y escabulle
su licor de llamarada, que sestëa
ya la sombra en otra rüina, mas no cabe
la misma sombra mañanera, bajo el ave,
su suntüoso resplandor a lo sereno
Y ya no entabla, prisión en el bajel bajo mi habla,
la sombra hesperia. La luna nueva, es plena oscuridad
y desvanece, su rubor oculto en la pelëa,
que rotas albas ceja, y adviene y no sucumbe,
bajo el mismo paladïón de amor no nüevo,
el rostro en devanëo, de su ósculo que admira,
la voz perpetrada de la lira,
y en su denuesto, la misma prisión rige,
el solo verso que el albor, llama y exige…
Nocturno albor no prive su muralla,
el rostro de mi voz, cual antigualla…
Sincronía en el atardecer, casi la fuente
perduraba en otro instante, sin lascivia,
la muerte del delgado día no perdura
y agravia la estrechez que no te alivia,
del armazón que la copiosa mente trova
en singular marëo, no la fama, desata
de su voz, ya no la testa, que casi impura
aleve, tras huella de sudor, recova,
En singular capricho, no menguante
aquella boca desafiante, por añeja,
forma de derruir la copla lacerante
nace perpleja, a raíz de un júbilo que deja
la sola voz que el almirante de tu voz
yace y despeja, su sólo ardor, que a sovoz
enjuta y permanece, desierto en voz tan süave,
y encona, y hace latir en breve, ya su ave…
Vespertino, acoso menguante y matutino,
aleve tronza enjuto cierre,
y la madeja de licor, yace desnuda
en otra testa, encofrando sutil ascua rendida,
en otro ósculo la abreva, sol yacïente
de su sömbra desnuda y elocuente,
panoja a mí rendida, nace hiriente
la cláusula a voraz diurna, latente…
La sombra que desnuda sü cläro
en voz propicia, y celebra su ramo, vitalicia
cuya cerviz de loor yace en un faro,
desnuda la odisea de su sombra en otro cläro…
Vespertina la ausencia bajo nave
escopla el universo distendido,
y navega, cual ósculo, gemido
en sombras, sin la voz, en otra ave…
Presiento, que ya la sombra en mi lamento,
yace ya oculta, y navegando la rastrera voz profunda
en otra nave, que sin la huella, de su manto
el ósculo no abreva, lacerando mortaja en que se funda…
Y la huella, de su pie ya distendido, en otra nave,
performa asïdua gentil llave,
desïdia a mi marëo en otra copla,
cual asïdua campana sombras sopla,
Y gemidos deletrëa… Bajo el arpa,
la ciega nuncia nave sola bulle,
y arco en la ballesta en otra nave, zarpa
así la voz encubriera y escabulle
su licor de llamarada, que sestëa
ya la sombra en otra rüina, mas no cabe
la misma sombra mañanera, bajo el ave,
su suntüoso resplandor a lo sereno
Y ya no entabla, prisión en el bajel bajo mi habla,
la sombra hesperia. La luna nueva, es plena oscuridad
y desvanece, su rubor oculto en la pelëa,
que rotas albas ceja, y adviene y no sucumbe,
bajo el mismo paladïón de amor no nüevo,
el rostro en devanëo, de su ósculo que admira,
la voz perpetrada de la lira,
y en su denuesto, la misma prisión rige,
el solo verso que el albor, llama y exige…
Nocturno albor no prive su muralla,
el rostro de mi voz, cual antigualla…
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