Música tus labios de Sirena...

Música, tus labios de Sirena, han oído
las plegarias de la noche, y en su baño
desïerto de diademas, han pedido
tus labios las doncellas; por cuanto daño,
ha dormido en ascuas mudas, la palabra
que se ha ido en su momento, al oído
de la música y el viento, cual gemido
que ha vestido mi sendero, mientras labra...

La música, el oído, la palabra, aquellas liras
de semántica en el vïento, cual desnudas alas
encriptadas bajo el celo, de aquél sueño, lo recalas,
y prohíja su alimento venidero, la copla que retiras,
adentrándose en la música del vïento.
Mi pluma añade, que persuade, de tu vilo
la consciencia, del albor en el chubasco que del tilo,
mis ojos han volteado la inocencia, turbadora, que no siento...

Cual Sirena, han vestido tus ojos de música
y, al ardor que embotella mi gemido,
es música al oeste, que ha venido
a sortëar la belleza de tu mano... Rica
en la virtud de tu llamado, la inocencia
busca el sendero de mi amor: aquí, la ausencia
se ha vestido de soledad tramontada por mi ruina,
y, en la búsqueda en tus labios, Sementina,

Han robado lo celeste de tus cedros,
cuando el árbol robara más los vïentos
la búsqueda del oro de los soles, -sus intentos-
han desëado aquél fantasma, con desmedros-
y en la búsqueda a tu frío nacimiento,
he sentido la palabra en mi latir. No te miento,
si la boca a mi doncella, te la digo transcurrir
en la boca de los vientos... Y tus ojos han mirado mi ocurrir...

Si tu boca, Ooh Musa, bien desëaba,
tras la noche que centellas admitía
en el cielo de tus ojos, -y sus flechas- me latía
aquél verbo feroz, látigo el viento, demoraba,
en la brisa de mi sombra y de tus labios,
en el ojo de mi sombra acristalada, -bajo lunas-
que la bóveda celeste no nombraba, en ningunas
clepsidras del dolor, -Así mi ruiseñor-, besábate en oprobios!

Música, tus labios de Sirena, han obsequiado,
aquélla Lira, de tus süeños: para Gloria del amado...!