Todo me calla
Al abrazo del cemento congelado
los prados de la selva se durmieron,
los exangües animales milenarios
quedaron aplastados por concreto
y el ámbar de la rosa se detuvo,
fue pegajosa leche en los suburbios,
fue escandaloso río de derroches
en palacio, en la casa de los guardias.
Pero ya el lodo se hallaba sepultado,
la veta original del paraíso,
la flor que bien o mal nos dio el impulso
y la serpiente aciaga, pero adicta
a los hallazgos de la inteligencia humana.
Y entonces el reloj lleno de arena
partió rodando por los cuatro cardinales,
aquí en ciudades de árboles caídos
allá en las torres de piedras ancestrales,
pirámides, mazmorras, catapultas,
secretos laberintos, atalayas,
los puertos con la sed del horizonte,
los fosos con la duda y su amenaza,
todo quedó plagado y repartido
sobre las hojas de campos infinitos,
así extendió su alfombra la cultura
y en los remiendos puso a zurcir a sus esclavos,
bajo ella tantos muertos fue escondiendo
que hizo falta valor para entender su hazaña.
Crecieron los imperios y conquistas,
cayeron las miradas pisoteadas,
los vastos horizontes de los sueños,
heridos por exilios y amenazas,
los libros registraron los insultos,
eso hasta ellos mismos verse en llamas,
en hogueras con cuadros y con chelos,
en cenizas con héroes sin mañana,
creció el dolor, ya domeñó el impulso
del digno y del vital, y echó su nada,
su resignada voz de laberinto,
su pieza en la opresión de las majadas.
Nada quedó, ni las grandes ciudades
que alzaron con esfuerzo sangre y fama,
ni aquellas que, habitadas, aún subsisten,
pero llenas de muertos y fantasmas,
de cuotas de hormigón y de edificios,
de torres sin amor ni madrugada.
Las calles no supieron por dónde irse
y el pie no supo más que de distancia,
morimos todos casi sin decirlo,
sólo el sol lo entendió, por eso en cada tarde sangra.
Quien venga lo sabrá por sus delirios
de rojo capitán, de rayo en ascuas,
las cosas seguirán en diario olvido,
no sé qué más decir, todo me calla.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
07 08 14
Al abrazo del cemento congelado
los prados de la selva se durmieron,
los exangües animales milenarios
quedaron aplastados por concreto
y el ámbar de la rosa se detuvo,
fue pegajosa leche en los suburbios,
fue escandaloso río de derroches
en palacio, en la casa de los guardias.
Pero ya el lodo se hallaba sepultado,
la veta original del paraíso,
la flor que bien o mal nos dio el impulso
y la serpiente aciaga, pero adicta
a los hallazgos de la inteligencia humana.
Y entonces el reloj lleno de arena
partió rodando por los cuatro cardinales,
aquí en ciudades de árboles caídos
allá en las torres de piedras ancestrales,
pirámides, mazmorras, catapultas,
secretos laberintos, atalayas,
los puertos con la sed del horizonte,
los fosos con la duda y su amenaza,
todo quedó plagado y repartido
sobre las hojas de campos infinitos,
así extendió su alfombra la cultura
y en los remiendos puso a zurcir a sus esclavos,
bajo ella tantos muertos fue escondiendo
que hizo falta valor para entender su hazaña.
Crecieron los imperios y conquistas,
cayeron las miradas pisoteadas,
los vastos horizontes de los sueños,
heridos por exilios y amenazas,
los libros registraron los insultos,
eso hasta ellos mismos verse en llamas,
en hogueras con cuadros y con chelos,
en cenizas con héroes sin mañana,
creció el dolor, ya domeñó el impulso
del digno y del vital, y echó su nada,
su resignada voz de laberinto,
su pieza en la opresión de las majadas.
Nada quedó, ni las grandes ciudades
que alzaron con esfuerzo sangre y fama,
ni aquellas que, habitadas, aún subsisten,
pero llenas de muertos y fantasmas,
de cuotas de hormigón y de edificios,
de torres sin amor ni madrugada.
Las calles no supieron por dónde irse
y el pie no supo más que de distancia,
morimos todos casi sin decirlo,
sólo el sol lo entendió, por eso en cada tarde sangra.
Quien venga lo sabrá por sus delirios
de rojo capitán, de rayo en ascuas,
las cosas seguirán en diario olvido,
no sé qué más decir, todo me calla.
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