Cuéntame de tu noche,
antes de que nos aleje la mañana
y retornes a tu lecho oscuro.
Hoy he sembrado tulipanes
para adornar la mesa
cuando vuelvas por mi cabeza
y todo lo que te apetezca de mí.
Me he tocado en tu ausencia,
sin piedad, he besado tus alas
donde no existe el frío,
he profanado tus senos,
amparado en el roce sobre tus ancas
donde me pierdo como un demente
y vuelvo deshecho.
Abrí tus piernas para oler la sangre,
bebí con delirio en su centro desbordado,
hasta arruinar los suspiros.
Eras otra, distinta en tus gritos,
la estaca en la inmensidad
anunciaba la muerte lenta y fugaz
entre relámpagos y latidos.
Así te sentí, mordiendo mi cuello,
preparando mi inmortalidad
untado en tu esperma
que no dejo de brotar
mientras hubo una estrella
adornando la noche.
¿Dónde andabas?
¿Por qué me dejaste solo
a merced de mis manos,
sudando con los ojos cerrados
un sin fin de locuras y volcanes?
Dejé mi esencia sobre las sábanas,
la señal de mi fatiga, dejé temblores
en mis huesos, hormigueo en mis articulaciones
vencidas.
Sentí tu boca,
la humedad de tus labios
robando en mi erección el brillo,
la rabia de tu lengua roja,
arando mi piel condenada.
Dueña mía, no me faltes,
limitados vivimos con los segundos contados,
la luz nos separa, ven por mi,
hoy que quiero que me toque tu demencia,
elévame en tu magia de sombras,
hunde con descaro tus colmillos,
recrea en mis venas
un concierto de arroyos espesos,
un manantial de manzanas rojas,
una marca en mis pupilas
donde existas por siempre.
antes de que nos aleje la mañana
y retornes a tu lecho oscuro.
Hoy he sembrado tulipanes
para adornar la mesa
cuando vuelvas por mi cabeza
y todo lo que te apetezca de mí.
Me he tocado en tu ausencia,
sin piedad, he besado tus alas
donde no existe el frío,
he profanado tus senos,
amparado en el roce sobre tus ancas
donde me pierdo como un demente
y vuelvo deshecho.
Abrí tus piernas para oler la sangre,
bebí con delirio en su centro desbordado,
hasta arruinar los suspiros.
Eras otra, distinta en tus gritos,
la estaca en la inmensidad
anunciaba la muerte lenta y fugaz
entre relámpagos y latidos.
Así te sentí, mordiendo mi cuello,
preparando mi inmortalidad
untado en tu esperma
que no dejo de brotar
mientras hubo una estrella
adornando la noche.
¿Dónde andabas?
¿Por qué me dejaste solo
a merced de mis manos,
sudando con los ojos cerrados
un sin fin de locuras y volcanes?
Dejé mi esencia sobre las sábanas,
la señal de mi fatiga, dejé temblores
en mis huesos, hormigueo en mis articulaciones
vencidas.
Sentí tu boca,
la humedad de tus labios
robando en mi erección el brillo,
la rabia de tu lengua roja,
arando mi piel condenada.
Dueña mía, no me faltes,
limitados vivimos con los segundos contados,
la luz nos separa, ven por mi,
hoy que quiero que me toque tu demencia,
elévame en tu magia de sombras,
hunde con descaro tus colmillos,
recrea en mis venas
un concierto de arroyos espesos,
un manantial de manzanas rojas,
una marca en mis pupilas
donde existas por siempre.
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