Por amor a la Tierra…

¿Cómo evitar que la Tierra
sea mortaja de la humanidad?

Quizás si el Hombre
aprendiera a sumergirse
en los territorios del silencio,
buscando gemas e ignotas
sombras, podría emerger,
trémula el alma, derramando
compasión hacia los seres...
Inútil sería el odio
al diferente pues
en lo profundo
somos todos iguales.

Los niños, adheridos al tibio pecho,
nutriéndose del néctar blanco,
del amor y salvaje ternura,
que como loba su madre,
a raudales les dona..
¿Podría ser ese niño
origen del Hombre Nuevo?

¿Será posible que los médicos,
también puedan ser
sanadores de almas,
con su carga de emociones
y su ternura primaria?

¿Que nos nutramos de cereales,
alimento de nuestros ancestros?
Disminuiría el ganado
mientras la tierna hierba crece
y la tierra se recupera...

¿Y si los maestros esculpieran
en las mentes vírgenes
el amor por la naturaleza,
el milagro de ver crecer un árbol,
la índole sagrada del agua?

Mineros: ¡no violes la Tierra,
no ultrajes su mágica entraña!
ni vuelques en ríos rumorosos,
fuente de vida, letal carga;
¡para una sociedad
ahogada en opulencia
y que ignora sus criaturas!

Cada uno en su oficio,
en religiosa misión,
en actitud de reverencia
y plegaria ante la Tierra doliente...