Compañero, me desnudo:
te he tenido en mi memoria,
el tiempo y la esquiva gloria
me han vuelto un ingrato mudo.
Yo aquí riego y doy saludo
a tus jardines y hazañas,
no te olvido, sólo arañas
me enredan en su capullo,
pero sigo siendo tuyo
y el dolor conmigo bañas.
¿Cómo va ese corazón?
¿Sigue unido a la alegría?
El mío, tras la agonía,
halló su resurrección.
Recobré el viejo balcón
en que amé por cuatro abriles,
me vi muerto en los fusiles
de un adiós tan perentorio,
que después del purgatorio
volver me hace abrir raíles.
De llorar, lo lloré todo,
de implorar, me volví un ruego,
y hoy por fin vuelvo al sosiego
de un amor cual nuevo lodo.
Lo recreo y lo acomodo
en el fondo de mi pecho,
vuelvo a su piel y a su lecho,
sueño que nada es un sueño,
y entre tanto, fiel pequeño,
de ti me acuerdo y te estrecho.
Que no duelan pues, le pido,
ni silencios ni distancias
ya son tuyas mis constancias,
como es mío tu latido.
La fiesta es nuestra y el nido
no desafina ni pesa,
sepa más bien que le besa
su chileno, que en orgullo
lee en su queja un arrullo
que a nuestros brazos regresa.
Buen amigo, voy contigo,
tengo en secreto un romance
con mis versos, con tu trance,
con mi boca y con tu abrigo.
No te ofenda lo que digo,
sé que eres humano y soy hombre,
por lo mismo doy por nombre
a este lazo que nos une
el de un canto que es inmune
al mal juicio que lo escombre.
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te he tenido en mi memoria,
el tiempo y la esquiva gloria
me han vuelto un ingrato mudo.
Yo aquí riego y doy saludo
a tus jardines y hazañas,
no te olvido, sólo arañas
me enredan en su capullo,
pero sigo siendo tuyo
y el dolor conmigo bañas.
¿Cómo va ese corazón?
¿Sigue unido a la alegría?
El mío, tras la agonía,
halló su resurrección.
Recobré el viejo balcón
en que amé por cuatro abriles,
me vi muerto en los fusiles
de un adiós tan perentorio,
que después del purgatorio
volver me hace abrir raíles.
De llorar, lo lloré todo,
de implorar, me volví un ruego,
y hoy por fin vuelvo al sosiego
de un amor cual nuevo lodo.
Lo recreo y lo acomodo
en el fondo de mi pecho,
vuelvo a su piel y a su lecho,
sueño que nada es un sueño,
y entre tanto, fiel pequeño,
de ti me acuerdo y te estrecho.
Que no duelan pues, le pido,
ni silencios ni distancias
ya son tuyas mis constancias,
como es mío tu latido.
La fiesta es nuestra y el nido
no desafina ni pesa,
sepa más bien que le besa
su chileno, que en orgullo
lee en su queja un arrullo
que a nuestros brazos regresa.
Buen amigo, voy contigo,
tengo en secreto un romance
con mis versos, con tu trance,
con mi boca y con tu abrigo.
No te ofenda lo que digo,
sé que eres humano y soy hombre,
por lo mismo doy por nombre
a este lazo que nos une
el de un canto que es inmune
al mal juicio que lo escombre.
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