De la lluvia y de ti
Más lluvia, por favor, quiero más lluvia,
sospecho que mi cara aún no está limpia,
que esta ciudad, si se empecina, te ata
a un solo socavón de barro y tinta.
Y no hablo de excremento en las estatuas
y no hablo del hollín en las cortinas,
ni del musgo y la roña en las paredes,
ni del diario amarillo en la oficina,
hablo del ojo que arrugó la fiebre,
de la pasión gastada en la rutina,
de mancha en el pulmón de la esperanza,
de lágrimas que borran tus pupilas.
Quiero más lluvia, porque quiero verte,
ya no en aquel rincón ni de rodillas,
sino brotando por los cuatro espacios
que van desde tu pecho hasta tu ruina.
Que caiga suave el agua y que nos lave
del miedo, del dolor y la neblina,
que cure tantas viejas cicatrices
que alivie el peso de la hoja caída,
que te haga navegar por tantas calles
en las que están las voces ya perdidas,
recuerdos, corazón, viejas verdades
y, es justo, un arenal en que terminas.
Allí, cuando no llueva, harás raíces
que eleven de la tierra tu caricia,
podrás nacer de nuevo, dulcemente,
podrás volverte hierbas, árbol, brisa,
o ese sin par vapor que en el mar nace
y alivia, se aligera, se hace prisa
y en el vaivén de seda de una nube
regresa a mi en la lluvia más querida.
Entonces, si es entonces que tú llueves,
tendré ya el alma limpia y en tu esquina.
02 08 11
Más lluvia, por favor, quiero más lluvia,
sospecho que mi cara aún no está limpia,
que esta ciudad, si se empecina, te ata
a un solo socavón de barro y tinta.
Y no hablo de excremento en las estatuas
y no hablo del hollín en las cortinas,
ni del musgo y la roña en las paredes,
ni del diario amarillo en la oficina,
hablo del ojo que arrugó la fiebre,
de la pasión gastada en la rutina,
de mancha en el pulmón de la esperanza,
de lágrimas que borran tus pupilas.
Quiero más lluvia, porque quiero verte,
ya no en aquel rincón ni de rodillas,
sino brotando por los cuatro espacios
que van desde tu pecho hasta tu ruina.
Que caiga suave el agua y que nos lave
del miedo, del dolor y la neblina,
que cure tantas viejas cicatrices
que alivie el peso de la hoja caída,
que te haga navegar por tantas calles
en las que están las voces ya perdidas,
recuerdos, corazón, viejas verdades
y, es justo, un arenal en que terminas.
Allí, cuando no llueva, harás raíces
que eleven de la tierra tu caricia,
podrás nacer de nuevo, dulcemente,
podrás volverte hierbas, árbol, brisa,
o ese sin par vapor que en el mar nace
y alivia, se aligera, se hace prisa
y en el vaivén de seda de una nube
regresa a mi en la lluvia más querida.
Entonces, si es entonces que tú llueves,
tendré ya el alma limpia y en tu esquina.
02 08 11
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