Acarrea el tiempo largos porvenires,
donde inmerso en el ocaso de largos sentires
acobardo la llanura de voces sutiles,
con el enjambre de mis ojos en la marea desnuda.
Aleteé en el camino mis profundos desvelos
y caminé lentas sombras sobre el forismo inútil de mi llanto,
que se disfrazaba de sentencia ó de silbato
aclarando la víspera, lo hondo, lo recato.
Me hundí en aquella ciénaga hasta los laúdes desmembrados
de la orquesta
que, nativa
impulsó mi vástago hacia hondas simientes no mundanas
y se increpó de sombra mi manantial dialéctico, en efímeros caminos.
Éste es el camino, -pensé- mientras las flores compungían en mi vientre
la crisálida respuesta de la soledad,
como un lazo que acarreaba el mundo sin aliento,
desahuciándome más allá de la libertad -prometida?- entre valles que nunca
escuchaban mis suspiros
ó desiertos estambres lloviznaban (sedientos de esperanza)
bajo la muerte.
Oh, Naturaleza!
Brava en mí tu canto despierto, pero el sol se hunde en mi alma
y la lejanía
Oh, Lejanía!
es el almendro que nunca probó su fruto,
como una comarca desnuda en el océano vespertino
más allá del tiempo
en una linterna de enamorada súplica
en medio de la bruma
pincelando
locuras
en un intento desmembrado
de un cuadro que se esfuma
entre la destilería agreste
de tu sonrisa
cuando yo moría
en los brazos
de mi única
tristeza
-Ó era sólo el tiempo, pregonando los laureles?
donde inmerso en el ocaso de largos sentires
acobardo la llanura de voces sutiles,
con el enjambre de mis ojos en la marea desnuda.
Aleteé en el camino mis profundos desvelos
y caminé lentas sombras sobre el forismo inútil de mi llanto,
que se disfrazaba de sentencia ó de silbato
aclarando la víspera, lo hondo, lo recato.
Me hundí en aquella ciénaga hasta los laúdes desmembrados
de la orquesta
que, nativa
impulsó mi vástago hacia hondas simientes no mundanas
y se increpó de sombra mi manantial dialéctico, en efímeros caminos.
Éste es el camino, -pensé- mientras las flores compungían en mi vientre
la crisálida respuesta de la soledad,
como un lazo que acarreaba el mundo sin aliento,
desahuciándome más allá de la libertad -prometida?- entre valles que nunca
escuchaban mis suspiros
ó desiertos estambres lloviznaban (sedientos de esperanza)
bajo la muerte.
Oh, Naturaleza!
Brava en mí tu canto despierto, pero el sol se hunde en mi alma
y la lejanía
Oh, Lejanía!
es el almendro que nunca probó su fruto,
como una comarca desnuda en el océano vespertino
más allá del tiempo
en una linterna de enamorada súplica
en medio de la bruma
pincelando
locuras
en un intento desmembrado
de un cuadro que se esfuma
entre la destilería agreste
de tu sonrisa
cuando yo moría
en los brazos
de mi única
tristeza
-Ó era sólo el tiempo, pregonando los laureles?
Ayer a las 7:07 am por jorge enrique mantilla
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