Como una
tinta
azul
que se disuelve
en el agua,
el resplandor de tus pensamientos
respira
en mi memoria.
La arcilla
que de mi pensamiento
la vaga sensación invita,
descubre su vuelo
con dos alas
inmersa en el ocaso.
El túnel de nuestros ojos
quedó desierto y enlazado
como un sendero de una
plaza
donde un estampido de
palomas,
nos deja solos
en ella.
La blanca ceremonia
de las aves
con el alba
invade el atavío
de tu mano
vistiendo
mi mano.
Tu boca se desviste
de la lluvia
del ocaso
y las pequeñas estrellas anaranjadas
describen hálitos
de luz
sobre la sombra.
Cuando te sientas junto
al viento,
la paz de las olas
de tus cabellos
derriban
mi mirada
que asienta
la cornisa
de tus labios,
hasta caer
al suelo.
La lluvia
cae
y tras las húmedas
ventanas
los ríos
y las gotas
convergen
en lágrimas
en el vientre
del atardecer.
La tormenta.
Luces inmediatas.
Un racimo del viento,
destellado,
de las nubes, iluminó mi cara.
Relámpagos violetas
crean
pureza
en las nubes
y en el aire.
Junto a mí
un libro
corre con sus páginas
y se convierte
en abanico.
El caballo de
la poesía
se asienta
y me saluda.
Lo invito a pasar a
mi establo,
como una cobija
gris.
tinta
azul
que se disuelve
en el agua,
el resplandor de tus pensamientos
respira
en mi memoria.
La arcilla
que de mi pensamiento
la vaga sensación invita,
descubre su vuelo
con dos alas
inmersa en el ocaso.
El túnel de nuestros ojos
quedó desierto y enlazado
como un sendero de una
plaza
donde un estampido de
palomas,
nos deja solos
en ella.
La blanca ceremonia
de las aves
con el alba
invade el atavío
de tu mano
vistiendo
mi mano.
Tu boca se desviste
de la lluvia
del ocaso
y las pequeñas estrellas anaranjadas
describen hálitos
de luz
sobre la sombra.
Cuando te sientas junto
al viento,
la paz de las olas
de tus cabellos
derriban
mi mirada
que asienta
la cornisa
de tus labios,
hasta caer
al suelo.
La lluvia
cae
y tras las húmedas
ventanas
los ríos
y las gotas
convergen
en lágrimas
en el vientre
del atardecer.
La tormenta.
Luces inmediatas.
Un racimo del viento,
destellado,
de las nubes, iluminó mi cara.
Relámpagos violetas
crean
pureza
en las nubes
y en el aire.
Junto a mí
un libro
corre con sus páginas
y se convierte
en abanico.
El caballo de
la poesía
se asienta
y me saluda.
Lo invito a pasar a
mi establo,
como una cobija
gris.
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