Ostentando tus labios de ciruela...
La belleza, ostentando tus labios de ciruela,
pregonó al azar, la belleza de tus ojos
que como dos ríos heraldos, se arrojaban al crepúsculo,
impregnados, del fulmíneo canto de oro
que entintó los laureles del ocaso
subyugando la mirada de este fuego,
sosteniéndome pletórico, al arrojo,
con que tus labios de miel me recluían…
El arte de tu voz tañe en la sombra,
del bermejo crepitar de las espadas:
verbenas que el rocío de las hadas
arrojaron, sin saber, desnuda pena…
Desnuda, plena de tu sombra y en la plata
por demás, intensamente me dibuja,
el oropel azul que tu amor cuaja,
distinguiendo del Verano, te celebro…
Te celebro en la miel, en el abismo,
que tus ojos adueñados de mis fauces
entonaban al pletórico lirismo
la contienda de su vate, con torcaces…
Eres fruta perfumada, y el aroma
del maduro contener a la voz misma,
entre risas de verter en tu marea,
desnudaban este Sol, este altruismo…
Desigual, a la contienda de tus labios
yo me arrojo; por desnudo contener la sombra misma
que tu boca, encarcelada de sí misma,
busca la plena, altivez de los deseos…
Labios, que contenidos entre soles,
desnudaban cantimploras y dolores
que la sed, recluida entre tus brazos,
ostentaba sin la miel, senos, abrazos…
Porque sí, porque tu boca lo demanda,
arremete en la holgura de mi cauce
la contienda tan desnuda de mi orfebre,
tallando el oro de tu sombra, te celebre…
Cabellos que tu boca, entrelaza,
como arúspices de flores, y en crepúsculo
terrible boca tan desnuda, de tu ósculo,
el balanceo de la piel, fragancia helada…
Tan soberana partida, en la boca de pereza,
hilvanando en tu rubor, este sol, pieza por pieza…
La belleza, ostentando tus labios de ciruela,
pregonó al azar, la belleza de tus ojos
que como dos ríos heraldos, se arrojaban al crepúsculo,
impregnados, del fulmíneo canto de oro
que entintó los laureles del ocaso
subyugando la mirada de este fuego,
sosteniéndome pletórico, al arrojo,
con que tus labios de miel me recluían…
El arte de tu voz tañe en la sombra,
del bermejo crepitar de las espadas:
verbenas que el rocío de las hadas
arrojaron, sin saber, desnuda pena…
Desnuda, plena de tu sombra y en la plata
por demás, intensamente me dibuja,
el oropel azul que tu amor cuaja,
distinguiendo del Verano, te celebro…
Te celebro en la miel, en el abismo,
que tus ojos adueñados de mis fauces
entonaban al pletórico lirismo
la contienda de su vate, con torcaces…
Eres fruta perfumada, y el aroma
del maduro contener a la voz misma,
entre risas de verter en tu marea,
desnudaban este Sol, este altruismo…
Desigual, a la contienda de tus labios
yo me arrojo; por desnudo contener la sombra misma
que tu boca, encarcelada de sí misma,
busca la plena, altivez de los deseos…
Labios, que contenidos entre soles,
desnudaban cantimploras y dolores
que la sed, recluida entre tus brazos,
ostentaba sin la miel, senos, abrazos…
Porque sí, porque tu boca lo demanda,
arremete en la holgura de mi cauce
la contienda tan desnuda de mi orfebre,
tallando el oro de tu sombra, te celebre…
Cabellos que tu boca, entrelaza,
como arúspices de flores, y en crepúsculo
terrible boca tan desnuda, de tu ósculo,
el balanceo de la piel, fragancia helada…
Tan soberana partida, en la boca de pereza,
hilvanando en tu rubor, este sol, pieza por pieza…
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