Del Topacio, huye como Soles…
Del Topacio, huye como Soles, la mirada
rostro de silencios de ámbar tras la copla
que enardece mi voz, si de la amada,
es otra coralina savia, que resiste y sopla
aquél suspiro veloz. Y si la noche,
en otra trueca el paladión del dulce amor
sofisticado espuma, si la noche, en flor
no hiela calmo de sú vuelo, trasnoche…
Aquél suspiro, en otra sombra hendida
no fragua si de ámbar, el Sueño esquilado
de aquélla solombra, fulgor, en que, tendida
la risa de los pájaros, que enciende: helado
tropel de incendio congelado, en lo marmóreo
de aquél vuelo sagaz y genuflexo ardor,
de la misma noche hecho, en los atardeceres, pétreo
como calma labor incita del semblante, su color…
Desde aquella coralina sombra, que espejos
no repara: si la otra sombra endeble aun no yace,
esquinada mar enseña, fronteriza, sus reflejos
en otro mar de cielo, que ambarino, se disfrace…
En otro suelo veloz, cual si la estela
en otra precaria voz, si noche endeble,
aquél suspiro no nieble, y si la propia cautela
de la tarde de aquél Sol entre las sombras, pueble…
No cïega aun, la cortina de palmeras negras,
cual estima del verano en diurnos sacrilegios
pontifica su resguardo aquél crepúsculo y egregios
cantos, que convidan el aliento a púrpuras bisagras…
Cual si el lino, del amanecer trastroque,
otro imán, si perjura obnubilada belleza:
cauta de su ópalo, y amatista desboque
si la sal, otra premura no dure de su presa…
Adoración, Torcaz hendido entre la noche,
y el ámbar de este día, sin las flores
es otra risa de amores, cual si dulzores
precisa, la sombra de este mal de mi derroche,
otro calmo fantoche, si la blusa, vuela,
otra fresca cautela, por si el copihue alce
torcaz herido, si la noche se recela:
otra perdida tutela, en otro imán, si calce…
Otro coturno de Oro. Pues el Proscenio,
en otro ópalo distingue, del celado decenio…
Del Topacio, huye como Soles, la mirada
rostro de silencios de ámbar tras la copla
que enardece mi voz, si de la amada,
es otra coralina savia, que resiste y sopla
aquél suspiro veloz. Y si la noche,
en otra trueca el paladión del dulce amor
sofisticado espuma, si la noche, en flor
no hiela calmo de sú vuelo, trasnoche…
Aquél suspiro, en otra sombra hendida
no fragua si de ámbar, el Sueño esquilado
de aquélla solombra, fulgor, en que, tendida
la risa de los pájaros, que enciende: helado
tropel de incendio congelado, en lo marmóreo
de aquél vuelo sagaz y genuflexo ardor,
de la misma noche hecho, en los atardeceres, pétreo
como calma labor incita del semblante, su color…
Desde aquella coralina sombra, que espejos
no repara: si la otra sombra endeble aun no yace,
esquinada mar enseña, fronteriza, sus reflejos
en otro mar de cielo, que ambarino, se disfrace…
En otro suelo veloz, cual si la estela
en otra precaria voz, si noche endeble,
aquél suspiro no nieble, y si la propia cautela
de la tarde de aquél Sol entre las sombras, pueble…
No cïega aun, la cortina de palmeras negras,
cual estima del verano en diurnos sacrilegios
pontifica su resguardo aquél crepúsculo y egregios
cantos, que convidan el aliento a púrpuras bisagras…
Cual si el lino, del amanecer trastroque,
otro imán, si perjura obnubilada belleza:
cauta de su ópalo, y amatista desboque
si la sal, otra premura no dure de su presa…
Adoración, Torcaz hendido entre la noche,
y el ámbar de este día, sin las flores
es otra risa de amores, cual si dulzores
precisa, la sombra de este mal de mi derroche,
otro calmo fantoche, si la blusa, vuela,
otra fresca cautela, por si el copihue alce
torcaz herido, si la noche se recela:
otra perdida tutela, en otro imán, si calce…
Otro coturno de Oro. Pues el Proscenio,
en otro ópalo distingue, del celado decenio…
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