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por Madrugada
De la tenaz, y absorta madrugada,
rápido y sereno, la noche confluctúa,
derramando por doquier, inaugurada,
el rosicler absorto que fluctúa…
De rostro y de motivo son serenos
alienándose clavijas de las horas,
manecillas que impropian en tus senos
las serenas castas: tus auroras…
Del motivo de tu flor, esparce risa
el sonido intrincante de los gallos
y bermejo en tus labios fue la brisa
aquél rostro de armonía en tus enlabios…
De las noches de sudor y panacea
que tus labios encontraron en la nieve:
la neblina de tu amor bate el aleve
y consonante ruiseñor que boca arrea…
Eres flor, que la mañana busca a prisa
distinguir del océano en tu bruma:
unicornio de vaivén que alaba brisa,
y adueñándose tu voz, consuma.
Eres barco que engavilla la mañana
en tus labios la fortuna desigual,
en el plectro dorado a toda hora,
ó en la causa de tu beso de cristal…
Eres cándido deseo que procura,
y no la nieve rebusca en su sondeo
en el alba que enjuta y no peleo,
en el sauce, el soliloquio de tu altura…
Eres cauce, que idolatra ya mi ahínco
por el vello, que tramado gentil fuera
otro cauce de amor en primavera,
otro llano de tu boca, de tu aliento…
Ondea en calma, el ruiseñor de los poetas,
que la nieve en tu brazo estima en perlas
de tu amor soberano a las cuadernas,
de tus labios al bemol de ciertas lenguas…
Eres labio, y ruiseñor a toda hora,
del suspiro de mi llanto a mi buril
eres goce de mi sombra en la deshora
y la caución que la Justicia hace de mí.
Eres sombra y ruiseñor, tántalo, aprieto
que la fortuna de tus labios embellece,
el trenzado ardor que me ensombrece
tras el cauce de tu boca y de tu abril…
Eres beso, que comanda a mi albedrío
todo el silencio que fortuito se me encauza:
cada verso que no evade su prurito:
labio aguza, lo que el tamo en mi buril…
Oooh, llévame sin ascuas a tu mella,
distinción de mi velamen: sola estrella.
De la tenaz, y absorta madrugada,
rápido y sereno, la noche confluctúa,
derramando por doquier, inaugurada,
el rosicler absorto que fluctúa…
De rostro y de motivo son serenos
alienándose clavijas de las horas,
manecillas que impropian en tus senos
las serenas castas: tus auroras…
Del motivo de tu flor, esparce risa
el sonido intrincante de los gallos
y bermejo en tus labios fue la brisa
aquél rostro de armonía en tus enlabios…
De las noches de sudor y panacea
que tus labios encontraron en la nieve:
la neblina de tu amor bate el aleve
y consonante ruiseñor que boca arrea…
Eres flor, que la mañana busca a prisa
distinguir del océano en tu bruma:
unicornio de vaivén que alaba brisa,
y adueñándose tu voz, consuma.
Eres barco que engavilla la mañana
en tus labios la fortuna desigual,
en el plectro dorado a toda hora,
ó en la causa de tu beso de cristal…
Eres cándido deseo que procura,
y no la nieve rebusca en su sondeo
en el alba que enjuta y no peleo,
en el sauce, el soliloquio de tu altura…
Eres cauce, que idolatra ya mi ahínco
por el vello, que tramado gentil fuera
otro cauce de amor en primavera,
otro llano de tu boca, de tu aliento…
Ondea en calma, el ruiseñor de los poetas,
que la nieve en tu brazo estima en perlas
de tu amor soberano a las cuadernas,
de tus labios al bemol de ciertas lenguas…
Eres labio, y ruiseñor a toda hora,
del suspiro de mi llanto a mi buril
eres goce de mi sombra en la deshora
y la caución que la Justicia hace de mí.
Eres sombra y ruiseñor, tántalo, aprieto
que la fortuna de tus labios embellece,
el trenzado ardor que me ensombrece
tras el cauce de tu boca y de tu abril…
Eres beso, que comanda a mi albedrío
todo el silencio que fortuito se me encauza:
cada verso que no evade su prurito:
labio aguza, lo que el tamo en mi buril…
Oooh, llévame sin ascuas a tu mella,
distinción de mi velamen: sola estrella.
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