Hasta la veloz respuesta…
Hasta la veloz respuesta, venceremos en la noche,
tugurio de frenesí que la oscuridad impulsa
en la ebriedad del colapso que gentil escuche
el solo voraz de la miel, que tu rostro endulza…
Hasta la veloz respuesta, gemiremos los dolores,
que la hiel entumecida de cuerpo de blasones,
herirá sin la penumbra ciega del bastión, clamores
que la duna de tu cuerpo sostendrá en prisiones…
Hasta herir de la quimera cual veneno en sombra
alienábase el suspiro que confronta: el mismo riel:
cual belleza so vacía, en la sombra de tu piel
ó la brisa congraciada del sabor que el rostro alumbra…
Muy distinta a tu verano, la palabra intima cauces,
que el sollozo de tus fauces, deglutiera con amores;
en palabras, ruiseñores, que la voz propina en cruces,
cual almendro en Primavera, cual distancia de fulgores…
Rostro enseña con latir, vertiginosa la marëa,
de tu sombra en la pelea, que la voz comanda,
en la ciega distinción, que frenética, demanda
la verdad para los ojos, corazón desea...
Arrendando de la suerte, el buril hecho propicio,
salto del arbitrio, y dolor en sacrificio
en la voz de tu demanda, el artífice del juicio:
que la voz de negligencias, perdiere, de su quicio…
Hasta el élitro que endulza la calma, como fuere
en la voz de la demanda, el ardor sintiere,
en penumbras, lo tapiado, de la sombra que fulgiere
so trayendo de la noche, las estrellas que pudiere…
Intimando la bandada en penúltimas decenas,
sosteniendo las murallas que la voz derruye
en la voz de las muchachas, y el color que destituye
el amor hecho belleza, que belleza da en las penas…
Sosteniendo las arenas, que, en el cauce de los mares,
inmortales los combates, de la pompa de tus luces:
abriríase la copla, del viento que mudares
hasta ser sólo resoplo, de la boca de los mares…
En tus piernas, la belleza, y el fulgor que nos arrastre,
como impíos arrebatos, del color de las arenas,
en el rostro de las penas, y el fulgor que el seno enrostre
abriríase el fulgor, con el pan, que el pan apenas…
En la boca ocasionara la saciada sed que endulce
artificio sazonado, y en la voz perpetra y cuece,
que las ánimas deslizan en la voz que el rostro empece,
en la sombra que aparece, y en la nube que te impulse…
Ya no ubicuas las bandadas, que tu celo no disperse,
en la boca de las fauces, que el terror desguace
en la boca del horror, y la sombra que disfrace
a tu clara distinción de marea que aún verse…
Ya no versifica el oro, que tu voz, en otra sombra,
no llamea en clära unión con la sombra que relumbra:
en la boca de tu amor, donde glosa más profunda
no gimiera de efusión, con el duelo que oro inunda…
Sosteniéndose los cauces, que la voz propicia, armada,
en la boca de melón, que la fruta más dispersa,
horizontes no mudados, en la voz de la conversa,
por adusto y nimio ardor, de la música pausada,
Amor, amor, amor, que tu Música propasa,
como ardiente en el fulgor, al calor de nuestra Casa!
De la sombra en derredor, que los Soles que veremos,
no serán otro candor, y en la noche, venceremos!
Hasta la veloz respuesta, venceremos en la noche,
tugurio de frenesí que la oscuridad impulsa
en la ebriedad del colapso que gentil escuche
el solo voraz de la miel, que tu rostro endulza…
Hasta la veloz respuesta, gemiremos los dolores,
que la hiel entumecida de cuerpo de blasones,
herirá sin la penumbra ciega del bastión, clamores
que la duna de tu cuerpo sostendrá en prisiones…
Hasta herir de la quimera cual veneno en sombra
alienábase el suspiro que confronta: el mismo riel:
cual belleza so vacía, en la sombra de tu piel
ó la brisa congraciada del sabor que el rostro alumbra…
Muy distinta a tu verano, la palabra intima cauces,
que el sollozo de tus fauces, deglutiera con amores;
en palabras, ruiseñores, que la voz propina en cruces,
cual almendro en Primavera, cual distancia de fulgores…
Rostro enseña con latir, vertiginosa la marëa,
de tu sombra en la pelea, que la voz comanda,
en la ciega distinción, que frenética, demanda
la verdad para los ojos, corazón desea...
Arrendando de la suerte, el buril hecho propicio,
salto del arbitrio, y dolor en sacrificio
en la voz de tu demanda, el artífice del juicio:
que la voz de negligencias, perdiere, de su quicio…
Hasta el élitro que endulza la calma, como fuere
en la voz de la demanda, el ardor sintiere,
en penumbras, lo tapiado, de la sombra que fulgiere
so trayendo de la noche, las estrellas que pudiere…
Intimando la bandada en penúltimas decenas,
sosteniendo las murallas que la voz derruye
en la voz de las muchachas, y el color que destituye
el amor hecho belleza, que belleza da en las penas…
Sosteniendo las arenas, que, en el cauce de los mares,
inmortales los combates, de la pompa de tus luces:
abriríase la copla, del viento que mudares
hasta ser sólo resoplo, de la boca de los mares…
En tus piernas, la belleza, y el fulgor que nos arrastre,
como impíos arrebatos, del color de las arenas,
en el rostro de las penas, y el fulgor que el seno enrostre
abriríase el fulgor, con el pan, que el pan apenas…
En la boca ocasionara la saciada sed que endulce
artificio sazonado, y en la voz perpetra y cuece,
que las ánimas deslizan en la voz que el rostro empece,
en la sombra que aparece, y en la nube que te impulse…
Ya no ubicuas las bandadas, que tu celo no disperse,
en la boca de las fauces, que el terror desguace
en la boca del horror, y la sombra que disfrace
a tu clara distinción de marea que aún verse…
Ya no versifica el oro, que tu voz, en otra sombra,
no llamea en clära unión con la sombra que relumbra:
en la boca de tu amor, donde glosa más profunda
no gimiera de efusión, con el duelo que oro inunda…
Sosteniéndose los cauces, que la voz propicia, armada,
en la boca de melón, que la fruta más dispersa,
horizontes no mudados, en la voz de la conversa,
por adusto y nimio ardor, de la música pausada,
Amor, amor, amor, que tu Música propasa,
como ardiente en el fulgor, al calor de nuestra Casa!
De la sombra en derredor, que los Soles que veremos,
no serán otro candor, y en la noche, venceremos!
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