Romero, orégano y salvia…
Romero, orégano y salvia… entonados lazos perpetuos adoran
lo que el recuerdo pasado se borra… Lo que las manos juntaban…
Niñez, y premura en sus bocas, delirio del goce enamoran,
perpetuas liras de acopio, crepúsculos ciegos besaban…
Romero, orégano y salvia… desnudos canes huían,
estrechos mares furtivos, donde la sal se decora
y espera y manto son borra, del arte de miel que no azora,
plegarias, suspiros, neviscas y lutos. Concluían.
Romero, orégano y cielo. Perfume de salvia en tu mano.
Romero ciego penetra. Y orégano se lleva el amigo.
Entona luego el abrigo, paupérrimo fuego distingo,
del fuego, torcaz y de anhelo, la fuga, artesano…
Orégano salvia y romero: un dejo de miel, ha quedado
en el fuego… Tan sólo tu nombre lejano
tan sólo redimes el fuego. Orégano, salvia y romero.
Presencia en ausencia distingue, el oro declina tu ruego…
Orégano… traía jocoso el tenaz, delirio de risa y de anhelo,
perfume de cauce distinto, premura de Sol, luego un duelo…
Salvia…: quería tu mano en caricia, tomar el aire que duerme,
dormida esencia, perfume, ególatra sueño de pibe,
Roído con voz y mesura, fustigado de hiel
arrostrando la noche en bajel, incesante de horas fugaces, derribe
tu cauto silencio después. Después… Romero y tomillo y tu piel…
Hacinada la hoja en tus labios, madera de sueño y laurel…
Es fuego la hora callada. Es cauce la hora que anego.
Es fruto, distancia en el ruego. Es viento, se lleva tu miel.
Nocivo a mí, desnuda el silencio del alma, destroza mi pliego,
salvaje la hora distinta, perfume en el alba, el recuerdo,
bajeza de insomnio y cadencia: suspiro de voz, anaquel.
Deshonra de luz y paciencia, devota a tus labios de miel,
empina sagaz arrebato, jolgorio de nube y ciempiés.
Enero fustiga reclamos: reclamo mi honra a través.
Retórico vuelo del alba, premura y satén,
olivo de paz duradera, en ocio cadencia y sostén,
mi lira agravia el recelo, deslumbra mi único bien,
perpleja de amor tus cabestros, me llevan con ojo a la miel.
Deshora mi última huella, perfume de boca y de hiel.
Sucumbo al poder de una rima, las horas y paz del laurel,
que besan estoicos arribos, con humo de blando pincel…
Derribas las horas de entierro. Te llevas mi riel…
El bálsamo inquiere la noche. Se duerme mi sien.
Fustiga la almohada Veranos, de púrpura y bien.
Romero, orégano y salvia… entonados lazos perpetuos adoran
lo que el recuerdo pasado se borra… Lo que las manos juntaban…
Niñez, y premura en sus bocas, delirio del goce enamoran,
perpetuas liras de acopio, crepúsculos ciegos besaban…
Romero, orégano y salvia… desnudos canes huían,
estrechos mares furtivos, donde la sal se decora
y espera y manto son borra, del arte de miel que no azora,
plegarias, suspiros, neviscas y lutos. Concluían.
Romero, orégano y cielo. Perfume de salvia en tu mano.
Romero ciego penetra. Y orégano se lleva el amigo.
Entona luego el abrigo, paupérrimo fuego distingo,
del fuego, torcaz y de anhelo, la fuga, artesano…
Orégano salvia y romero: un dejo de miel, ha quedado
en el fuego… Tan sólo tu nombre lejano
tan sólo redimes el fuego. Orégano, salvia y romero.
Presencia en ausencia distingue, el oro declina tu ruego…
Orégano… traía jocoso el tenaz, delirio de risa y de anhelo,
perfume de cauce distinto, premura de Sol, luego un duelo…
Salvia…: quería tu mano en caricia, tomar el aire que duerme,
dormida esencia, perfume, ególatra sueño de pibe,
Roído con voz y mesura, fustigado de hiel
arrostrando la noche en bajel, incesante de horas fugaces, derribe
tu cauto silencio después. Después… Romero y tomillo y tu piel…
Hacinada la hoja en tus labios, madera de sueño y laurel…
Es fuego la hora callada. Es cauce la hora que anego.
Es fruto, distancia en el ruego. Es viento, se lleva tu miel.
Nocivo a mí, desnuda el silencio del alma, destroza mi pliego,
salvaje la hora distinta, perfume en el alba, el recuerdo,
bajeza de insomnio y cadencia: suspiro de voz, anaquel.
Deshonra de luz y paciencia, devota a tus labios de miel,
empina sagaz arrebato, jolgorio de nube y ciempiés.
Enero fustiga reclamos: reclamo mi honra a través.
Retórico vuelo del alba, premura y satén,
olivo de paz duradera, en ocio cadencia y sostén,
mi lira agravia el recelo, deslumbra mi único bien,
perpleja de amor tus cabestros, me llevan con ojo a la miel.
Deshora mi última huella, perfume de boca y de hiel.
Sucumbo al poder de una rima, las horas y paz del laurel,
que besan estoicos arribos, con humo de blando pincel…
Derribas las horas de entierro. Te llevas mi riel…
El bálsamo inquiere la noche. Se duerme mi sien.
Fustiga la almohada Veranos, de púrpura y bien.
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