LIBERTAD
Patricia encendió la luz de la habitación, mira su reloj, las cuatro de la madrugada, se acomodó en la cama, seguro que llega borracho otra vez. No alcanzo a terminar este pensamiento cuando los pasos tambaleantes, los gritos y el violento golpe a la puerta le hicieron estremecer de pavor. Lentamente trato de ocultarse bajo las sabanas, hacerse la dormida, pero esto de nada le sirvió, un puño cerrado fue a dar a su espalda, fue como una roca, se sintió arrastrada de los cabellos, insultada. Ya ni siquiera era capaz de pedir ayuda, solo sollozaba y le pedía a ese animal que la soltara, ya no más por favor, me duele, por favor, me duele mucho.
Las lágrimas de la mujer le enfurecían aún más, la miro con los ojos desorbitados, el rostro desfigurado, todo se llenó con la fetidez de su cuerpo, eran los efectos del alcoholismo. Lentamente la soltó, y se tiro sobre la cama, su borrachera era tal que de inmediato se durmió.
Patricia en un rincón de la habitación sollozaba, su cuerpo temblaba, como pudo se levantó y trato de acostarse, lo logro a medias ya que el hombre ocupaba casi toda la cama, no supo cuando le venció el sueño, el dolor, el cansancio.
Cuando despertó estaba sola, Esteban se había ido a trabajar.
Otro día igual. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más será capaz de soportar? Aun le amaba, a pesar de los golpes, del vicio, a pesar de todo. Si tuviese un hijo, quizás cambiaría, en sus ojos brillo una lucecita de ilusión., pero no, llevaba cuatro años esperando y el milagro no se realizaba, con ternura acaricio su vientre. Eso era lo que él quería, eso era lo que reclamaba, ese era su odio hacia ella, un hijo, un hijo. Mula, Mula esas palabras taladraban su cerebro. Acurrucada en la cama intenta desechar los malos pensamientos, tal vez hoy no beba, podríamos conversar y arreglar esta situación, intentar ser felices, como cuando nos casamos, antes que se obsesionara con un hijo. Los recuerdos de un pasado feliz la hicieron sentirse mejor.
Las horas del día pasaron lentamente, ya eran casi las nueve, si no se emborracha llegara en algunos minutos. Sobre la mesa del comedor todo está dispuesto como siempre, al sentir la llave en la puerta,, su cuerpo se estremeció y sus ojos delataron el miedo, una tenue sonrisa se dibujó en su rostro al ver que su esposo no había bebido, se veía distinto, era el hombre que amaba, el que juro respetarla .Comieron en silencio, en un momento Esteban se levantó y Patricia casi sin darse cuenta trato de cubrir su rostro con sus brazos, los ojos del hombre se abrieron desmesuradamente, acercándose a su mujer le dijo: ¿Cómo es posible que estés en ese estado de temor por mi culpa? ¿Cómo puedo ser tan maldito? Perdóname por favor, tú sabes que cuando bebo no sé lo que hago, pero sobrio me arrepiento de todo. ¡Perdóname por favor! Patricia lo mira incrédula, y con un hilo de voz le dice: Mira Esteban, me alegro que reconozcas tus culpas, tu cobardía, pero no culpes al alcohol, tú sabes bien lo que haces, incluso borracho, yo no merezco esta vida de golpes e insultos, estoy consciente que no he podido darte un hijo como tanto deseas, pero ese no es motivo para tu manera de actuar. Tú sabes que te amo y por ese amor te daré la última oportunidad, la última Esteban. Mañana cocinaré algo especial, luego podemos salir al cine, a una plaza o simplemente a caminar, nos hace falta estar más tiempo juntos, conversar. ¿Te parece?
Gracias mi amor, no te fallaré, no esta vez. Llegaré temprano y no beberé, lo prometo.
Que agradable sensación, que distinto fue el despertar, Patricia estaba feliz, había dormido tranquila, abrazada a su marido, fue una noche sin golpes, sin violencia, sin alcohol. Sera una cena romántica, pondré todo mi amor, será especial muy especial. La tarde llego y todo estaba listo, la mesa se veía hermosa, velas y flores. Se miró en el espejo y este le devolvió una imagen que no le gusto
Ya cambiaría todo, era su esperanza. Ya son casi las nueve, en cualquier momento llega.
El tiempo inexorable pasó. La cena se enfrió, las velas se extinguieron y el corazón de Patricia nuevamente destrozado.
¡No puede ser! Me engañó, nuevamente me mintió. Sus sollozos era ahogados, callados, salían del fondo de su alma. Así como tantas y tantas noches en soledad, se durmió.
El violento portazo la despertó, el terror una vez más se apodero de ella, intento levantarse, pero un golpe en su cara lo impidió, su nariz sangraba profusamente, enloquecido Esteban la golpeaba, semi aturdida por los golpes cayó sobre la cama, fue en ese instante en que el aprovecho para lanzarse sobre ella, su aliento fétido , alcohol, cigarro, sudor, llego a su nariz , haciéndola vomitar, sin importar nada el hombre prosiguió con su salvaje acción, sus movimientos eran torpes , violentos, en un descuido pudo reaccionar y empujándolo huye al baño, el furioso intenta golpearla nuevamente, resbalando , cayendo al suelo , su borrachera era tal que ahí quedo tirado en el piso, inmóvil. Patricia se acercó con precaución y temor. ¡Está muerto! ¡Está muerto! Es mi culpa, mi culpa. ¿Ahora qué hago? Sus ojos casi salían de sus órbitas, las lágrimas bañaban su rostro, imaginó la policía buscándola, se vio juzgada, condenada, a pasar muchos años en la cárcel... Pero Esteban no estaba muerto, solo aturdido por la caída y completamente borracho. Sentada en el suelo ya más tranquila trataba de entender la situación, De pronto algo, parecido a una lucecita ilumino su rostro, su mirada temerosa, se volvió serena. Poniéndose de pie, miro a su esposo, que yacía en el suelo y dijo: Ya no más, se acabó Esteban.
El agua de la ducha la animo, se vistió con esmero, los moretones de su cuerpo sanarían con el tiempo, ¿Y los de su alma, como sanan las heridas del alma? Maleta sobre la cama miraba el oscuro y pequeño mundo en que se había convertido su vida. Ya nada quedaba del amor y el respeto jurado, no existía la ilusión de un futuro juntos, no más, no tenía fuerzas para seguir soportando. Solo un inmenso dolor, quedaba, un vacío muy grande, eso era todo lo que quedaba. Solo unos pasos la separaban de una nueva vida, una vida a la que ella tenía derecho, ahora más que nunca. Ya que sin saberlo un diminuto corazón latía en su vientre.
Antes de cerrar la puerta, Patricia miro a su esposo por última vez, borracho, tirado en el suelo parecía un animal. Una infinita pena le inundo .Esteban realmente había perdido su última oportunidad. Afuera, en la calle, una brisa fresca saludo a Patricia, acaricio su rostro y la hizo sonreír...
Patricia encendió la luz de la habitación, mira su reloj, las cuatro de la madrugada, se acomodó en la cama, seguro que llega borracho otra vez. No alcanzo a terminar este pensamiento cuando los pasos tambaleantes, los gritos y el violento golpe a la puerta le hicieron estremecer de pavor. Lentamente trato de ocultarse bajo las sabanas, hacerse la dormida, pero esto de nada le sirvió, un puño cerrado fue a dar a su espalda, fue como una roca, se sintió arrastrada de los cabellos, insultada. Ya ni siquiera era capaz de pedir ayuda, solo sollozaba y le pedía a ese animal que la soltara, ya no más por favor, me duele, por favor, me duele mucho.
Las lágrimas de la mujer le enfurecían aún más, la miro con los ojos desorbitados, el rostro desfigurado, todo se llenó con la fetidez de su cuerpo, eran los efectos del alcoholismo. Lentamente la soltó, y se tiro sobre la cama, su borrachera era tal que de inmediato se durmió.
Patricia en un rincón de la habitación sollozaba, su cuerpo temblaba, como pudo se levantó y trato de acostarse, lo logro a medias ya que el hombre ocupaba casi toda la cama, no supo cuando le venció el sueño, el dolor, el cansancio.
Cuando despertó estaba sola, Esteban se había ido a trabajar.
Otro día igual. ¿Hasta cuándo? ¿Cuánto más será capaz de soportar? Aun le amaba, a pesar de los golpes, del vicio, a pesar de todo. Si tuviese un hijo, quizás cambiaría, en sus ojos brillo una lucecita de ilusión., pero no, llevaba cuatro años esperando y el milagro no se realizaba, con ternura acaricio su vientre. Eso era lo que él quería, eso era lo que reclamaba, ese era su odio hacia ella, un hijo, un hijo. Mula, Mula esas palabras taladraban su cerebro. Acurrucada en la cama intenta desechar los malos pensamientos, tal vez hoy no beba, podríamos conversar y arreglar esta situación, intentar ser felices, como cuando nos casamos, antes que se obsesionara con un hijo. Los recuerdos de un pasado feliz la hicieron sentirse mejor.
Las horas del día pasaron lentamente, ya eran casi las nueve, si no se emborracha llegara en algunos minutos. Sobre la mesa del comedor todo está dispuesto como siempre, al sentir la llave en la puerta,, su cuerpo se estremeció y sus ojos delataron el miedo, una tenue sonrisa se dibujó en su rostro al ver que su esposo no había bebido, se veía distinto, era el hombre que amaba, el que juro respetarla .Comieron en silencio, en un momento Esteban se levantó y Patricia casi sin darse cuenta trato de cubrir su rostro con sus brazos, los ojos del hombre se abrieron desmesuradamente, acercándose a su mujer le dijo: ¿Cómo es posible que estés en ese estado de temor por mi culpa? ¿Cómo puedo ser tan maldito? Perdóname por favor, tú sabes que cuando bebo no sé lo que hago, pero sobrio me arrepiento de todo. ¡Perdóname por favor! Patricia lo mira incrédula, y con un hilo de voz le dice: Mira Esteban, me alegro que reconozcas tus culpas, tu cobardía, pero no culpes al alcohol, tú sabes bien lo que haces, incluso borracho, yo no merezco esta vida de golpes e insultos, estoy consciente que no he podido darte un hijo como tanto deseas, pero ese no es motivo para tu manera de actuar. Tú sabes que te amo y por ese amor te daré la última oportunidad, la última Esteban. Mañana cocinaré algo especial, luego podemos salir al cine, a una plaza o simplemente a caminar, nos hace falta estar más tiempo juntos, conversar. ¿Te parece?
Gracias mi amor, no te fallaré, no esta vez. Llegaré temprano y no beberé, lo prometo.
Que agradable sensación, que distinto fue el despertar, Patricia estaba feliz, había dormido tranquila, abrazada a su marido, fue una noche sin golpes, sin violencia, sin alcohol. Sera una cena romántica, pondré todo mi amor, será especial muy especial. La tarde llego y todo estaba listo, la mesa se veía hermosa, velas y flores. Se miró en el espejo y este le devolvió una imagen que no le gusto
Ya cambiaría todo, era su esperanza. Ya son casi las nueve, en cualquier momento llega.
El tiempo inexorable pasó. La cena se enfrió, las velas se extinguieron y el corazón de Patricia nuevamente destrozado.
¡No puede ser! Me engañó, nuevamente me mintió. Sus sollozos era ahogados, callados, salían del fondo de su alma. Así como tantas y tantas noches en soledad, se durmió.
El violento portazo la despertó, el terror una vez más se apodero de ella, intento levantarse, pero un golpe en su cara lo impidió, su nariz sangraba profusamente, enloquecido Esteban la golpeaba, semi aturdida por los golpes cayó sobre la cama, fue en ese instante en que el aprovecho para lanzarse sobre ella, su aliento fétido , alcohol, cigarro, sudor, llego a su nariz , haciéndola vomitar, sin importar nada el hombre prosiguió con su salvaje acción, sus movimientos eran torpes , violentos, en un descuido pudo reaccionar y empujándolo huye al baño, el furioso intenta golpearla nuevamente, resbalando , cayendo al suelo , su borrachera era tal que ahí quedo tirado en el piso, inmóvil. Patricia se acercó con precaución y temor. ¡Está muerto! ¡Está muerto! Es mi culpa, mi culpa. ¿Ahora qué hago? Sus ojos casi salían de sus órbitas, las lágrimas bañaban su rostro, imaginó la policía buscándola, se vio juzgada, condenada, a pasar muchos años en la cárcel... Pero Esteban no estaba muerto, solo aturdido por la caída y completamente borracho. Sentada en el suelo ya más tranquila trataba de entender la situación, De pronto algo, parecido a una lucecita ilumino su rostro, su mirada temerosa, se volvió serena. Poniéndose de pie, miro a su esposo, que yacía en el suelo y dijo: Ya no más, se acabó Esteban.
El agua de la ducha la animo, se vistió con esmero, los moretones de su cuerpo sanarían con el tiempo, ¿Y los de su alma, como sanan las heridas del alma? Maleta sobre la cama miraba el oscuro y pequeño mundo en que se había convertido su vida. Ya nada quedaba del amor y el respeto jurado, no existía la ilusión de un futuro juntos, no más, no tenía fuerzas para seguir soportando. Solo un inmenso dolor, quedaba, un vacío muy grande, eso era todo lo que quedaba. Solo unos pasos la separaban de una nueva vida, una vida a la que ella tenía derecho, ahora más que nunca. Ya que sin saberlo un diminuto corazón latía en su vientre.
Antes de cerrar la puerta, Patricia miro a su esposo por última vez, borracho, tirado en el suelo parecía un animal. Una infinita pena le inundo .Esteban realmente había perdido su última oportunidad. Afuera, en la calle, una brisa fresca saludo a Patricia, acaricio su rostro y la hizo sonreír...
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