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por Los suspiros de tus alas
Los ojos de la noche, sólo son sílabas
del canto que devuelve el ala a los suspiros,
el rostro de la noche, arredra con zafiros
la sombra, igual que el ala, del estro que rezabas…
Tus ojos ya no ceden en lúdica amapola
senderos de las alas, que los astros me imponen,
coturnos, luego abrazos, para vestirte sola,
colores tan delgados, son fiebre que deponen…
Para vestir la noche, tus ojos me han asido
en otra voluntad, sagrada de crepúsculo,
contigo no hay remedio, me embate lo minúsculo
del rostro de la noche, con quien he sostenido…
La lucha de tu cuerpo, es ala si no roble,
que el canto en mi muralla, atina y luego cede
en otra golondrina, de tu canto más noble,
en otra, la mirada, del llanto que me acede…
Bermejas horas cantan los rostros en figuras,
del astro que concede, la altura de su rostro
en otras alas leves, del cielo el alabastro,
de tu rostro no leve, del canto que inauguras…
Del lecho que supones, en otras alas, cierzo
oprobia de tus máculas, intonsa luz recibe,
en otras alas, terso, del canto que no inhibe,
el rostro de tus alas, con la pasión al verso…
Mi rostro se compara, a aquélla luz divina,
que el arte la conmueve, y en otro Sol declina,
pues es contigo nula, si el llanto me ilumina
contigo la sonrisa, del ala que fulmina…
Mi rostro, cual almendro, tragó todo su imperio
en otro suave ramo, loor de la madeja,
de otro suspiro alado, y el canto que no ceja,
la noche de tu lado, y el canto en un misterio…
Tu rostro es la mañana, que acendra en un Milagro,
aquélla golondrina, que busca tu misterio,
en otro más hendido, llamado de su hesperio,
la glosa de mis sueños, en otro canto magro…
Contigo es golondrina, el vuelo de mis alas,
en rotas alas vuelve, de luces de bengalas
en otro canto süeña, madera y porcelanas
que la luz de tu cedro, me imparte en las mañanas…
Tus ojos no declinan, son teas donde el ruego,
de tus alas caminan, en otras sombras, fuego.
Los ojos de la noche, sólo son sílabas
del canto que devuelve el ala a los suspiros,
el rostro de la noche, arredra con zafiros
la sombra, igual que el ala, del estro que rezabas…
Tus ojos ya no ceden en lúdica amapola
senderos de las alas, que los astros me imponen,
coturnos, luego abrazos, para vestirte sola,
colores tan delgados, son fiebre que deponen…
Para vestir la noche, tus ojos me han asido
en otra voluntad, sagrada de crepúsculo,
contigo no hay remedio, me embate lo minúsculo
del rostro de la noche, con quien he sostenido…
La lucha de tu cuerpo, es ala si no roble,
que el canto en mi muralla, atina y luego cede
en otra golondrina, de tu canto más noble,
en otra, la mirada, del llanto que me acede…
Bermejas horas cantan los rostros en figuras,
del astro que concede, la altura de su rostro
en otras alas leves, del cielo el alabastro,
de tu rostro no leve, del canto que inauguras…
Del lecho que supones, en otras alas, cierzo
oprobia de tus máculas, intonsa luz recibe,
en otras alas, terso, del canto que no inhibe,
el rostro de tus alas, con la pasión al verso…
Mi rostro se compara, a aquélla luz divina,
que el arte la conmueve, y en otro Sol declina,
pues es contigo nula, si el llanto me ilumina
contigo la sonrisa, del ala que fulmina…
Mi rostro, cual almendro, tragó todo su imperio
en otro suave ramo, loor de la madeja,
de otro suspiro alado, y el canto que no ceja,
la noche de tu lado, y el canto en un misterio…
Tu rostro es la mañana, que acendra en un Milagro,
aquélla golondrina, que busca tu misterio,
en otro más hendido, llamado de su hesperio,
la glosa de mis sueños, en otro canto magro…
Contigo es golondrina, el vuelo de mis alas,
en rotas alas vuelve, de luces de bengalas
en otro canto süeña, madera y porcelanas
que la luz de tu cedro, me imparte en las mañanas…
Tus ojos no declinan, son teas donde el ruego,
de tus alas caminan, en otras sombras, fuego.
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