De tanto en tanto sería importante ponderar la valía del ser, en su simpleza y complejidad de ser. Vivimos en la vorágine del caudal del tiempo y las aguas pasan, desbordan y se van, sin tener tiempo tan siquiera a refrescarnos con ella. Como cuando de juventud nueva disfrutábamos en posesión, más no éramos testigos consientes de tan valiosa realidad.
Adolescencia... bendita adolescencia...
Quien es adolescente cuenta con esa riqueza, que muchos aferrados a la nostalgia de aquel pasado,desearíamos palpar en el ahora. La posibilidad de emprender proyectos sin temor alguno, con el único capital de las propias energías, planificando todo al menos con un noventa por ciento desde las vísceras, proyectos en que podrían volcar cada segundo si fuera necesario, sin pensar en la inversión, no importando banalidades como el dinero, la productividad, el éxito, sino la simple saciedad del alma.
Extraño tal pasión, esa que nunca volveremos a tener, puesto que los años, la experiencia y el camino recorrido, nos condicionan. Extraño esa capacidad de amar, de enamorarse por completo, de volcarse absolutamente por el otro, apasionarse por el otro, amar estremeciéndose, sin sentir dolor, sed, cansancio, sin importar el esfuerzo; simplemente amar, sólo amar. Extraño la capacidad de “ser amigos” y de hacer amigos, de practicar la amistad desde la sinceridad, desde la inocencia, desde la más pura transparencia. Es el tiempo de cosechar los amigos más limpios, con los que aprender el arte de la amistad, con los que no buscas beneficio propio, sino simplemente disfrutar, amigos que intentarás recuperar cuando los años ya hayan cambiado tu morfología, tu forma de pensar, tu realidad y entorno. Querrás recuperar les para volver a sentirlo en el más puro estado, volver a sacar al niño que anida en tu yo más íntimo, con los que podrás reír de todo, de nada, llorar, celebrar, evadir, crear un universo paralelo, en donde los problemas pasan a ser anécdotas, con los que el tiempo es relativo, volando alto y veloz. Esos amigos que tendrás a pesar del tiempo y del espacio.
Ser un adolescente es un tesoro de valor incalculable y los amigos de antaño trasladan esa riqueza a las arcas del presente. Abre el baúl de los recuerdos y sé feliz, sin juzgar, sin pretender, sólo por la valía de Ser.
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