Declaro algunas cosas
Arriba el batallón de los perdidos,
de los que no compran en aguas del sistema,
de los que no saben del provecho de la usura,
de los que no nadan tras el lucro ni sus fauces.
Felices los que se aman en sábanas sin marca,
en casas sin servicio, en autos averiados,
los que sonríen compartiendo una manzana,
sin ver edenes ni serpientes en su abrazo.
Sólo un camino ven, en que cabemos todos,
por eso se sonríen, porque no se sienten solos.
Amo las calles condecoradas con guirnaldas,
con rústicas silvestres flores en las grietas,
con el musgo en los muros que así guardan su historia,
con niños sobre todo, creciendo mientras juegan
no a la guerra, no a las armas, simplemente a ser cual niños,
abejas, mariposas, estrellas de la buena tarde.
Arriba pues la gente que no esconde su conciencia,
que no usa blanqueador para sus faltas y tristezas,
que humanamente pide aquella mano que igual tiende,
no sólo al pordiosero sentado en las iglesias,
sino al mismo dolor de un Dios abandonado,
de un pecho que suplica en el silencio con que espera.
No estamos para odiar, no estamos para el odio,
bastantes son los muertos que dan tal testimonio,
vinimos a cantar, a labrar cielos y mares,
a llenar la bella tierra de flores y de frutos,
las hembras con amor prolongan las semillas,
los hombres merecemos el deber de defenderlas,
hallemos pues la paz, echando al mar tantas doctrinas,
erratas, laberintos, astrolabios, manecillas,
perdamos el dolor de no haber sido lo que ansiamos
y echemos a perder la maquinaria del que merca
03 07 11
Arriba el batallón de los perdidos,
de los que no compran en aguas del sistema,
de los que no saben del provecho de la usura,
de los que no nadan tras el lucro ni sus fauces.
Felices los que se aman en sábanas sin marca,
en casas sin servicio, en autos averiados,
los que sonríen compartiendo una manzana,
sin ver edenes ni serpientes en su abrazo.
Sólo un camino ven, en que cabemos todos,
por eso se sonríen, porque no se sienten solos.
Amo las calles condecoradas con guirnaldas,
con rústicas silvestres flores en las grietas,
con el musgo en los muros que así guardan su historia,
con niños sobre todo, creciendo mientras juegan
no a la guerra, no a las armas, simplemente a ser cual niños,
abejas, mariposas, estrellas de la buena tarde.
Arriba pues la gente que no esconde su conciencia,
que no usa blanqueador para sus faltas y tristezas,
que humanamente pide aquella mano que igual tiende,
no sólo al pordiosero sentado en las iglesias,
sino al mismo dolor de un Dios abandonado,
de un pecho que suplica en el silencio con que espera.
No estamos para odiar, no estamos para el odio,
bastantes son los muertos que dan tal testimonio,
vinimos a cantar, a labrar cielos y mares,
a llenar la bella tierra de flores y de frutos,
las hembras con amor prolongan las semillas,
los hombres merecemos el deber de defenderlas,
hallemos pues la paz, echando al mar tantas doctrinas,
erratas, laberintos, astrolabios, manecillas,
perdamos el dolor de no haber sido lo que ansiamos
y echemos a perder la maquinaria del que merca
03 07 11
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