la luz ingrávida flamea en el ocaso,
y en el descanso a mi sueño en el abrazo
luces recuerdan las noches que perecen.
Doblegan horas la lluvia de suspiros
que enhebran brumas y júbilos prometen
las alas que en su plectro me arremeten
y esparcen arrecifes, las plumas en los cirros.
Estremece el sueño el vuelo que percata
la suave voz del viento en mi desvelo
y aunque la siesta del alba en su consuelo
descubre trigo, inmerso y se desata.
Aspira al tiempo, sonido de campanas en la noche
y al alba indócil plectro solicita mi vaivén
de un joven cuento de ilusiva y de derroche
suma imaginación a la huella en su sostén.
Inclina albas y suspira parpadeos
la joven voz estima el oro fulgurada
arriba trances y musita verbo errada
con el fragmento de la noche en sus jadeos…
Y arriba en nacimiento perfumada
el consuelo de la noche iluminada
al alcance de sus citas y perplejos
caminos, en la sima arden espejos...
Oro y bruma, candil no es suficiente
para volar a la cumbre naciente…
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