Consciente de mi fin,
de la existencia infractora
que amedrenta con dureza
mis ingenuas fantasías.
Cómo te busco con ganas
en ansiedad de pleitesía
y si te escribo una nota
no la leerás cuando te diga.
Quién pedazo de imagen,
gesto cortes pedante.
De la sarcástica soledad
alguna herida quemante.
Soy un Cristo sin la paz
de mi divagada mente.
Acércate un poco más,
no me vuelva loco de repente.
II
Qué te importa mi todavía.
Qué si me excita avergonzarme.
De tu mirada de mesías
no dudaré en enamorarme.
Cuando rebosa la dicha
la incertidumbre no es agonía.
No me busques santo
por el resto de mis días.
Hay un ruido muy molesto
al fondo de cada uno
como desfile de malabares,
sabor de sed o conjuro.
III
Quién caído y sus pesares
sueña el delirio del tiempo.
Ignorante y su desierto,
Siempre fue dueño de los mares.
El tiempo es un delito.
¿Dónde se quema mi arrogancia?
En la amnesia del destino,
en algún libro equivocado.
Vende el crimen en alegría,
ya venciste y deprimido,
la consciencia cosquillea,
es el sabor a dios perdido.
Profundamente ofendido,
arrebatada armadura,
el porvenir de este camino.
No hay perdón en la cordura.
IV
Yo no soy el hacedor,
sí un loco inmaculado,
un preludio inmortal
sin harapos de soldado.
No me extirpes las tinieblas
del altar de mis amores,
pues amo a la que danza
al otro lado de estas flores.
Relegado ahorcado,
las aves que te observaron
ni siquiera te ignoraron.
Ama el mar sus ahogados,
yo traidor cuando te espero,
de tus sueños perturbados
me enamoro sino muero.
de la existencia infractora
que amedrenta con dureza
mis ingenuas fantasías.
Cómo te busco con ganas
en ansiedad de pleitesía
y si te escribo una nota
no la leerás cuando te diga.
Quién pedazo de imagen,
gesto cortes pedante.
De la sarcástica soledad
alguna herida quemante.
Soy un Cristo sin la paz
de mi divagada mente.
Acércate un poco más,
no me vuelva loco de repente.
II
Qué te importa mi todavía.
Qué si me excita avergonzarme.
De tu mirada de mesías
no dudaré en enamorarme.
Cuando rebosa la dicha
la incertidumbre no es agonía.
No me busques santo
por el resto de mis días.
Hay un ruido muy molesto
al fondo de cada uno
como desfile de malabares,
sabor de sed o conjuro.
III
Quién caído y sus pesares
sueña el delirio del tiempo.
Ignorante y su desierto,
Siempre fue dueño de los mares.
El tiempo es un delito.
¿Dónde se quema mi arrogancia?
En la amnesia del destino,
en algún libro equivocado.
Vende el crimen en alegría,
ya venciste y deprimido,
la consciencia cosquillea,
es el sabor a dios perdido.
Profundamente ofendido,
arrebatada armadura,
el porvenir de este camino.
No hay perdón en la cordura.
IV
Yo no soy el hacedor,
sí un loco inmaculado,
un preludio inmortal
sin harapos de soldado.
No me extirpes las tinieblas
del altar de mis amores,
pues amo a la que danza
al otro lado de estas flores.
Relegado ahorcado,
las aves que te observaron
ni siquiera te ignoraron.
Ama el mar sus ahogados,
yo traidor cuando te espero,
de tus sueños perturbados
me enamoro sino muero.
Josué Narayana (El Mestizo)
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