La retahíla de Juan
Juan entraba al bar
de la luna llena
y quería volar
tras de su alta pena.
La quiso abrazar,
todo se hizo arena,
Juan y el lupanar
y el agua serena.
De tanto llorar
la copa esta plena,
se desborda en mar
de angustia rellena,
alguien va a cantar,
suena una sirena
y es al regresar
que el recuerdo suena
como al sollozar
o al beber verbena
o al la luna andar
como una cadena.
Lejos va a parar
su sombra morena
y Juan sin dudar
bebe y se condena
a seguir sin dar
fin a su colmena
de dolor que ahogar,
de aciaga melena,
donde por pensar
su alma se envenena,
mientras al azar
su ser se oxigena
y empieza a aclarar
y el sol que adocena
limpia el muladar
con su luz de almena,
de ebrios el pajar,
de cristal la escena
y a Juan ha de anclar
en la sombra ajena
donde no hay lugar
más que al que encadena
su muerte al rodar
pues su amor lo ordena,
viejo amor sin par
que el beber refrena
hasta que al solear
la ambulancia drena
su cuerpo de azahar
y luna en gangrena.
Juan se fue a llamar,
brindo por su cena,
fría fue a quedar
como esta centena
de versos que aguar
en su tumba buena
de luna al brillar,
de sol que almacena
un punto al cerrar
de esta cuarentena
mi bar de olvidar
y mi voz chilena.
Juan la fue a pagar
con su piel obscena,
yo me he de marchar
con su hiel terrena.
Nadie ha de brindar.
Fin de la faena.
26 08 10
Juan entraba al bar
de la luna llena
y quería volar
tras de su alta pena.
La quiso abrazar,
todo se hizo arena,
Juan y el lupanar
y el agua serena.
De tanto llorar
la copa esta plena,
se desborda en mar
de angustia rellena,
alguien va a cantar,
suena una sirena
y es al regresar
que el recuerdo suena
como al sollozar
o al beber verbena
o al la luna andar
como una cadena.
Lejos va a parar
su sombra morena
y Juan sin dudar
bebe y se condena
a seguir sin dar
fin a su colmena
de dolor que ahogar,
de aciaga melena,
donde por pensar
su alma se envenena,
mientras al azar
su ser se oxigena
y empieza a aclarar
y el sol que adocena
limpia el muladar
con su luz de almena,
de ebrios el pajar,
de cristal la escena
y a Juan ha de anclar
en la sombra ajena
donde no hay lugar
más que al que encadena
su muerte al rodar
pues su amor lo ordena,
viejo amor sin par
que el beber refrena
hasta que al solear
la ambulancia drena
su cuerpo de azahar
y luna en gangrena.
Juan se fue a llamar,
brindo por su cena,
fría fue a quedar
como esta centena
de versos que aguar
en su tumba buena
de luna al brillar,
de sol que almacena
un punto al cerrar
de esta cuarentena
mi bar de olvidar
y mi voz chilena.
Juan la fue a pagar
con su piel obscena,
yo me he de marchar
con su hiel terrena.
Nadie ha de brindar.
Fin de la faena.
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