Al viejo viento le pesaba su historia; tanto le incomodaba su labor, que los lunes por la mañana, sentía unas ganas enormes de mandar todo al carajo y dejar de soplar de una buena vez.
“Todos los días es el mismo engranaje, automatizado y decadente”, se decía para si mismo mientras pasaba silbando por las ventanas entreabiertas de las casas, mientras le despeinaba el copete a los arboles o levantaba las polleritas desprevenidas de las muchachas en las veredas.
Así andaba el triste viento cargando su pesada mochila de monotonías; a pesar de que había visto el mundo desde sus inicios y podía contar miles de historias y conocía cada rincón, cada centímetro del planeta; no estaba completo.
Las tardes en que mas harto estaba y soltaba la puteada enorme desde el alma compungida; la tormenta estallaba y todos comprendían de ese modo su malestar.
Por momentos dudaba, y se abstraía de todo, entonces el calor sofocante aparecía; de modo que en la brisa tenue, todos comprendían que era su ocasión de meditar.
Una de esas mañanas en que refunfuñaba y su rostro no podía disimular el malestar, se cruzo con un pequeño gorrión que al verlo de ceño fruncido no pudo hacer menos que indagar:
-Acaso el Señor Viento puede cargar tantas tristezas como su cara lo indica?- Pregunto el pequeño pájaro. –Y porque debería importarle a alguien como me siento yo?- Repregunto el viento con cierto tono displicente.
-Bueno, porque usted decide cuando refresca, nos indica si llueve o empuja las nubes para taparnos del sol si al muy pesado se le da por calentarnos mucho, mueve las hojas secas del otoño, nos ayuda a volar, nos llena los pulmones y nos alegra las mañanas Señor- Dijo el gorrión.
-De verdad yo hago todas esas cosas?-
-Todo eso y más. De hecho vengo volando desde el oeste, allá donde se pone la bola redonda anaranjada y escuche a un Hombre que decía: “Amo este vientito cálido que me recuerda los mejores besos y las mejores calles, es como si en esos aromas yo estuviese reviviendo todo otra vez!”-
-Eso dijo el hombre?- Volvió a preguntar el viento con la mirada del que recupera la alegría.
-Le juro Señor que es así.- Culminó el pequeño pajarito.
Al fin el viento consiguió sonreír luego de muchísimo tiempo y junto con su sonrisa el aire paulatinamente se llenaba de buenos augurios y prosperidad, así el viento volvía a llevar melodías dulcísimas y las iba depositando poco a poco por la tierra toda…
así despacito, iba volviendo la Primavera!.
“Todos los días es el mismo engranaje, automatizado y decadente”, se decía para si mismo mientras pasaba silbando por las ventanas entreabiertas de las casas, mientras le despeinaba el copete a los arboles o levantaba las polleritas desprevenidas de las muchachas en las veredas.
Así andaba el triste viento cargando su pesada mochila de monotonías; a pesar de que había visto el mundo desde sus inicios y podía contar miles de historias y conocía cada rincón, cada centímetro del planeta; no estaba completo.
Las tardes en que mas harto estaba y soltaba la puteada enorme desde el alma compungida; la tormenta estallaba y todos comprendían de ese modo su malestar.
Por momentos dudaba, y se abstraía de todo, entonces el calor sofocante aparecía; de modo que en la brisa tenue, todos comprendían que era su ocasión de meditar.
Una de esas mañanas en que refunfuñaba y su rostro no podía disimular el malestar, se cruzo con un pequeño gorrión que al verlo de ceño fruncido no pudo hacer menos que indagar:
-Acaso el Señor Viento puede cargar tantas tristezas como su cara lo indica?- Pregunto el pequeño pájaro. –Y porque debería importarle a alguien como me siento yo?- Repregunto el viento con cierto tono displicente.
-Bueno, porque usted decide cuando refresca, nos indica si llueve o empuja las nubes para taparnos del sol si al muy pesado se le da por calentarnos mucho, mueve las hojas secas del otoño, nos ayuda a volar, nos llena los pulmones y nos alegra las mañanas Señor- Dijo el gorrión.
-De verdad yo hago todas esas cosas?-
-Todo eso y más. De hecho vengo volando desde el oeste, allá donde se pone la bola redonda anaranjada y escuche a un Hombre que decía: “Amo este vientito cálido que me recuerda los mejores besos y las mejores calles, es como si en esos aromas yo estuviese reviviendo todo otra vez!”-
-Eso dijo el hombre?- Volvió a preguntar el viento con la mirada del que recupera la alegría.
-Le juro Señor que es así.- Culminó el pequeño pajarito.
Al fin el viento consiguió sonreír luego de muchísimo tiempo y junto con su sonrisa el aire paulatinamente se llenaba de buenos augurios y prosperidad, así el viento volvía a llevar melodías dulcísimas y las iba depositando poco a poco por la tierra toda…
así despacito, iba volviendo la Primavera!.
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