de sonrisa y metralla,
que tu orgullo posas
apuntando a enemigo
de la mitad de tu talla.
Genocida que portas
la conocida herencia
de antiguas alimañas.
Quisiera abofetearte,
darte hiel a comer,
hacer que bebas sangre
y orines con dolor,
por el silenciado horror
de los dueños del Reino.
Pero tu sangre clama:
“No sabe lo que hace”
Y entonces he de trocar
este odio inmaculado
y mi lengua encabritada
por la inocencia extinta,
por amor… por amor
a igual sangre derramada.
Ay!... terror de mi niño
de húmedo pantalón,
a quien no consoló
mi caricia de tinta.
Y acaso logre un atisbo
del alivio del perdón,
pero del rostro del miedo…
¿qué haré en mi corazón?
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