Por nuestro mundo pasaron muchos hombres y mujeres pero muy pocos seres humanos totales. Ni el hombre ni la mujer solo, funcionando por su cuenta en una supuesta pareja, podrán llegar muy lejos; juntos son complementarios, iguales, conforman un todo.
Un hombre realmente masculino debe ser aventurero, intrépido, creativo, capaz de iniciativas. La mujer debe ser un estanque de energía, necesario para que la aventura, iniciada por el hombre, se impregne de cierta poesía, vida y juventud. La verdadera pareja es aquélla en que cada uno se une al otro de manera positiva. Este encuentro de opuestos se transforma de esta forma en una hermosa armonía. Estos enfoques tan distintos, mediante
un esfuerzo conciente, son capaces de crear un mundo nuevo en el que ambas personas son modificadas y trasformadas. La pareja crea esta unión tan vivificante y a su vez ella es creada y nutrida por ésta. Cuando mujer y hombre se han disuelto uno en otro han creado un todo integrado, han completado lo que Carl Jung llama el proceso de individuación. Para ser individuos es preciso conocer tu otro polo, que logres la integración y qué mejor que hacerlo dentro de una relación de pareja en la que el otro ser funciona como espejo tuyo.
Si le concedes al otro una libertad total para su realización el amor florecerá. Poniendo empeño en buscar y amar, en descubrir el misterio, inagotable e insondable que cada persona es, el amor se transforma en una aventura constante, más una unión que una relación, pleno de profundidad, intimidad, poesía y divinidad. Puede durar más de lo que puede hacerlo una relación sin necesidad de que lo garantice la ley, los credos ni la policía pues la garantía estaría en nuestro corazón. Esta unión constituye una comunión silenciosa.
Un hombre realmente masculino debe ser aventurero, intrépido, creativo, capaz de iniciativas. La mujer debe ser un estanque de energía, necesario para que la aventura, iniciada por el hombre, se impregne de cierta poesía, vida y juventud. La verdadera pareja es aquélla en que cada uno se une al otro de manera positiva. Este encuentro de opuestos se transforma de esta forma en una hermosa armonía. Estos enfoques tan distintos, mediante
un esfuerzo conciente, son capaces de crear un mundo nuevo en el que ambas personas son modificadas y trasformadas. La pareja crea esta unión tan vivificante y a su vez ella es creada y nutrida por ésta. Cuando mujer y hombre se han disuelto uno en otro han creado un todo integrado, han completado lo que Carl Jung llama el proceso de individuación. Para ser individuos es preciso conocer tu otro polo, que logres la integración y qué mejor que hacerlo dentro de una relación de pareja en la que el otro ser funciona como espejo tuyo.
Si le concedes al otro una libertad total para su realización el amor florecerá. Poniendo empeño en buscar y amar, en descubrir el misterio, inagotable e insondable que cada persona es, el amor se transforma en una aventura constante, más una unión que una relación, pleno de profundidad, intimidad, poesía y divinidad. Puede durar más de lo que puede hacerlo una relación sin necesidad de que lo garantice la ley, los credos ni la policía pues la garantía estaría en nuestro corazón. Esta unión constituye una comunión silenciosa.
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