Cuando de amar estaba enfermo,
como colibrí en la flor llegaste,
mi ambrosía ya tenía desgaste
hasta creí que ya estaba yermo.
Al verte diosa, el dueño del infierno
huyó, dejándome libre nuevamente,
todo castigo se alejó de mi mente
al gustar el dulzor de tu beso tierno.
En tu mirar hallé otro camino,
huí de la vieja jaula del destino.
Se reparó mi corazón por entero.
Mujer, bien sé que no eres diosa,
sino una dama cabalmente hermosa,
que llenó mi vida de amor austero.
Autor: Alcibíades Noceda Medina
como colibrí en la flor llegaste,
mi ambrosía ya tenía desgaste
hasta creí que ya estaba yermo.
Al verte diosa, el dueño del infierno
huyó, dejándome libre nuevamente,
todo castigo se alejó de mi mente
al gustar el dulzor de tu beso tierno.
En tu mirar hallé otro camino,
huí de la vieja jaula del destino.
Se reparó mi corazón por entero.
Mujer, bien sé que no eres diosa,
sino una dama cabalmente hermosa,
que llenó mi vida de amor austero.
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