Acto I:
La temprana flor respira el alba.
Escena 1:
Clara: -He visto el sonajero del tiempo transcurrir sin el resguardo de la noche.
Eficaz, sin el longevo intento de su armadura celeste, el ropaje blanco de mi temprana edad se ha visto melifluo con la intangible respuesta de la sonoridad de su argumento.
Mi padre, parece anochecer en cada vuelo, y la fiebre de su corazón le impide trastocar sus añoranzas como la fértil nota requiere de sus valles para lanzar su canto en soledad, mas la noche parece recurrir a la blasfemia de su nombre, puesto que el Ángel de su salud parece desvanecerse, y reaparece, fortificado por el sendero de paz que le causa mi sustento. Quisiera recurrir a la paloma
para vestir su atuendo de felicidad.
Pero la vida ha inmortalizado su silencio, y los cauces transitados hasta su blancura se han llenado de fructíferos renombres y palabras sin olvido.
Elías: -Clara, Clara paloma, claro atuendo para mi desvelo, hija mía, recurre el ardid de tus palabras hacia la efímera llegada de tu verso, Princesa loca, hija amada. Que mi salud no empañe tus cristales, tu vista me exhala como el aliento de un niño en el invierno, y el espejo parece ser siempre mi rostro, envejecido, y atrincherado en su vespertina sombra.
Palabras de tu juvenil persona, siempre me reaniman.
Clara: -¡Oh, querido Padre! Si tú supieras… La noche llega cuando se acuesta tu claridad. Y temo. En el tiempo del invierno, espero ser como otro Sol que acalore tu sencilla humanidad, tu noble espíritu, tus caudalosas flores
que supiste conservar y recatar aligerando el peso de la oscuridad de la vida,
para tenerme siempre ungida en la afectuosa poesía y el verbo nacido para amar,
como tus actos de sincera persona. Ve a descansar, padre mío.
(Vase Elías)
(Clara comienza a preparar un té y se asoma al balcón)
Emilio: (desde abajo se oye) -¡Si tú supieras voces adoradoras, Gregorio no sabe minúsculas palomas! Oscilar en tu canto el destello de tu voz. Puede más que mi nombre! Puede más que los montes! ¡Oh si tu supieras! Que Gregorio nada en plumas para volar!
Clara: -¿Quién es el de la dulce voz?
Emilio: - Una golondrina.
Clara: - ¿Y has despertado la aurora floreciendo antes el Verano? Tu dulce voz se compara al jilguero de la noche, por quien el letargo se ausenta y la memoria llueve en glicinas y perfumes de alamedas, canto de coníferas y suelos de éste bosque,… ó al principio de la lluvia, quizás… ¿No te sabes otra para compartir la luna?
Emilio: -Oh, déjame ya ves, subir a tu balcón, que me has creído pariente de las aves. Y juntos podremos discernir de la blancura de la luna.
Clara: -No te hagas daño con las espinas de la Rosa. Nunca ha llegado un ave tan tierna a visitar mi sonoro balcón.
Escena 2:
Emilio: - Atesoras el canto del ave serena, como una diminuta copia de jardín. O más bien tu rocío Clara es el uniforme trazo por donde se esconde la Luna, perdido diapasón de mi voluntad.
Clara: - Oh, gracias por robar mis espinas con tan galante albacea. La novia del Verano parecen ser tus rimas, y en tu verso se esconden manantiales secretos. ¿Se ve bonita la luna, verdad?
Emilio: - A tan estimulado bajel, la cornisa de la luna es el semblante más bello. La luna parece un crepúsculo en mi té. Muchas gracias, está riquísimo!
Clara: -Si tú supieras…
Emilio: -¿Qué te sucede?
Clara: -Mi padre está enfermo. Es un poeta, y un notable escritor. Debido a su enfermedad no podrá presentarse ante el jurado, que lo había citado para una celebración importante a la que mi padre siempre ha querido asistir. Ésta, por sobre todas, es muy importante para él. Pero no podrá asistir a causa de su enfermedad.
Emilio: - ¡Oh! ¡Qué contrariedad! Lo siento muchísimo. Y espero que se mejore tu padre. ¿Sabes? A mí también me gusta mucho la poesía…
Clara: - ¡Oh, vaya! ¡Es hermoso que a ti también te guste la poesía! ¿Podríamos compartir algo juntos?
Emilio: - Por tan clara oportunidad,
el serafín de mis modales
ensancha su libertad
para vestir tus umbrales…
Lejos, reverbera el ocaso
que en el brillo del abrazo
esconde su prematura ávida
de sombra: el atardecer se hace vida.
Clara: - ¡Eso es hermoso! …Y escucha:
La palabra de la aurora, es clara como mi nombre
para vestir la paloma que hace surcos en el hombre:
éste cobra melifluas edades con el inhóspito Tiempo
Será que en el campo del alba, sobran huellas en el campo
y tienen cerca de auroras
las palabras, vicisitudes
por eso tú me enamoras
en cualquiera latitudes…
Emilio: -El cantar de tu mano serena tus labios ha pronunciado, en la joven que reverbera su sombra en las latitudes, por eso el alba da pena, cuando la alcanza la noche, al revés del inmortal júbilo que es tu diadema, alcanzará en tu umbral, las palabras de la cena.
Clara: -Es de noche ya.
Emilio: -Y la luna no se esconde.
Clara: (lo besa)
Mira que el tiempo frutal arrienda sus primaveras en el junco de cristal donde se abrigan tus penas. Dame de beber manantial, tu jovial manera entre todas las primaveras!
Acto II:
El sonajero del alba
Escena 1:
Elías: -Veo que ambos se complacen en mirar la misma luna hasta que cimbrea el mismo Sol que recubre sus cabellos. El oro dellos es como mi tesoro para pronunciar al alba la misma melancolía. Pudiera verme en el día, en la rompiente del verano, ó tal vez en un mueble como adorno soberano.
Mi enfermedad se atenúa y se consigue el silencio. Pero ni una sola pluma garabatea la tinta. Es el encierro como el ocio envejecido de una pluma.
Clara: -Se ha despertado el claro cisne de tu frescura, amado padre, y de súbito mi melancolía atrajo las olas de este muchacho, que son húmedas aguas donde se inclinan mis flores, atesorando el intento de levantar tu amor por sobre el alba, amado padre… y hemos estado conversando…
Emilio: -Pueden sus pasos acercarse más a la vejez, pero de ellos obtendrá de mis manos y mi alma la misma frescura que en su adolescencia, cuando las noches aclaraban la sempiterna oscuridad de su desvelo, atemperando las huellas de su corazón cuando irrumpía en el amor con soberanos tañidos…
…Seré la misma sombra de sus párpados…
Elías: -Este joven parece retornar a mis tiempos lejanos como un ave torcaz que sueña mis heridas. Se levantará en el bucle de mis cielos la constancia celeste de su juventud, para vestir inclusive la luna con nuevos vestidos de nieve, adelgazando su sombra y sus atuendos viejos de enhebrados harapos…
Clara: -Emilio: debes decirle a mi padre tus fortuitas enseñanzas de paloma,
entre la noche gris y la cálida espuma. Tu eres luz, que ha de ser compartida
con la tristeza de mi padre. Doy a mis labios un beso nuevo para envalentonar tus añoranzas de felicidad y cumplimiento de Verano.
Emilio: -Será un placer. Arrebatar a la noche dos estrellas. Una para ti, y otra para tu padre.
Clara: -Tú podrás presentarte en nombre de mi padre ante el jurado de poetas.
Emilio: -Cantaré como un ave del amanecer.
Clara: - Y luego saldrá el sol, por sobre nuestras cabezas.
Elías: -En verdad ampliaré mi morada para abrigar sus corazones.
Escena 2:
Emilio: Clara, si se vistiera el ocaso con el color de tu cabello, las sombras me hipnotizarían con su belleza.
Clara: (en el regazo de Emilio) : -Mi imagen será perfecta a tu lado como el contorno de la luna llena sobre la noche espeluznante.
Emilio: -Eres tan suave como el amanecer.
Clara: -¿Abrigarías mis estrellas?
Emilio: -Eres noctámbula como la silueta de los mármoles de un pizarrón desvelado.
Clara: Y tú eres tan callado como el viento después de una tormenta.
Emilio: Cauce.
Clara: Río!
Emilio: Juncos.
Clara: Fuego!
Emilio: Tu mirada de soslayo enciende mis atavíos de Verano.
Clara: Y soy esbelta como una Sirena que sacaste del Río.
Emilio: Juguemos a las frutas, dulce Sirena.
Clara: ¿Y eso cómo se juega?
Emilio: Recostada como estás, no pareces una banana. Eres más bien una manzana. Dulce y fresca, y calmas la sed.
Clara: Y tú, no pareces un melón. Eres más bien delgado, y más bien pequeño, como una nuez que se abalanza sobre mí, cuando cantan las bellotas.
Emilio: ¿Eres una ardilla?
Clara: Si tú lo quieres.
Emilio: Tómame, pequeña ardilla.
Clara: Te llevaré a mi guarida.
(Se besan)
Acto III:
El resplandor del abanico del poeta.
Escena 1:
(Dentro de la sala donde acontece el certamen. Ingresa Elías, y se sienta en una de las sillas del público. El jurado está a un costado. )
Jurado: -¡Comienza el concurso!
Primer participante: ¡Cascabel Ebrio!
Cascabel Ebrio: - Suenan los álamos y añoran la tarea de superfluos andamios de soledad y cosmogonía… Late en la tarde la vespertina soledad…
Oh, Soledad, que iluminas mi semblante como una noche obscura diferenciando de los soles mi horadado cascabel ebrio de trementina…
Luces da por la luna que la luna pierde y la noche se dispersa en tu blancura…
Terso diapasón apresurado de la noche sin fin….
(aplausos)
Jurado: -Segundo participante: ¡Luna de collar!
Luna de collar: -De las pequeñas, mil lunas para mi collar encrespado de luciérnagas, esbelto lecho de noches zigzagueantes, oro y aroma de té en las tardes de tus pliegues, letanías oscuras por donde la faz del relieve de tu faena oscura nieva el cauce de mi soledad… Agonía sin piedad… Estero formidable de mil tajos de colores…
(aplausos)
Jurado: -Y ahora un nuevo participante, representando a Elías, Bajel de la Primavera.
Es: Flor!
Flor: (Emilio): -Arrebolando la noche en júbilos y auroras, me sueña el semblante conmovido de silencio… Hora que en el mar de la pradera es tu rectángulo de hogar de la pedrera. Canta fugaz tu amor, como la rompiente de tus besos arenados, lúgubre princesa de eucaliptos, navegando en el océano de espuma y flor, flores y sueños.
El mar que disuelve tu frescura, se dispersa bajo la luna hostil rememorando la pereza de la sombra, ó de la luz blanquecina que…. eh…er…
Flor, de silvestre frescura: (Clara): -ó de la luz blanquecina que tus ojos atrae
bajo la serpiente de tus versos disueltos en la noche como racimos de agua en el desierto… Hora sin luz que derramada se parece a tu pobreza de manantial sempiterno, cueva que de entre las sombras su luna se desata, inmóvil cántaro de luz! Bajo tus luces! ¡Estoy con todas las luces! ¡Oh maravilla del Verano!
(aplausos. Luego, más aplausos)
Jurado: -El premio es para ustedes! Cántalos, Poetas! Clara y Emilio. Y se va la noche, con éste premio, que otorgaremos a su padre Elías!
Elías: -La noche es para mí el más frondoso arrecife. Vuelta en el mar de Primaveras azules!
(Emilio y Clara abrazan a Elías. Aplausos.)
Escena 2:
(En el hogar de Clara y Elías)
Clara: -Me parece un sueño haber concretado este ilustre porvenir de encumbradas primaveras, bajo la lluvia de sonoros aplausos!
Elías: -¡Gracias por tan hermosa madreselva de verano! Sus luces iluminaron mi noche. Me siento antes del alba.
Emilio: -Es hermosa la noche que ilumina el alba… Clara: luciérnaga, juegas en la noche tus silvestres luces de presagiados aromas… La noche se embellece…
Clara: -Emilio: mira a mi padre, ¡Está tan felíz! ¡Gracias! ¡Lo hemos logrado!
Emilio: -La noche sueña una sonrisa…
Acto IV
La dulce flor nocturna
Escena 1:
(En una plaza en la noche Clara y Emilio se sientan en un banco, junto al pasto, a contemplar la luna)
Clara: -Ecos de manantiales hacen sombrío mi sabor taciturno…
Emilio: -No puedes oscurecer tu dulzura. Eres dulce como el néctar de una flor.
Clara: -¿Y la miel? (ríe)
Emilio: -Soy tu pequeña abeja. De eso me encargo yo. (ríen)
Clara: -La luna. Parece más blanca esta noche.
Emilio: -Es que ilumina tus ojos.
Clara: -A ésta hora, las luces encendidas de las casas presagian la alegría del reposo…
Emilio: -Tu mano me hará reposar como una campana que aún no suena.
Clara: - La luz de la luna te ilumina…
Emilio: -Espera…: ¿tienes un lunar en la mejilla?
Clara: -¿A ver?
Emilio: -Déjame verlo… (la besa)
Clara: -¡Oh! Tus intenciones eran tan oscuras como la noche.
Emilio: -Pero ahora tienen estrellas… (ríen)
Clara: -Navegas en el oriente taciturno de mi mirada, pero el ocaso no parece fluir hasta que ves mi bosque…
Emilio: -Más allá de tus ojos, he traspasado el horizonte quejumbroso y calmo de mil mares, y se conmueven de mí las aves taciturnas… decididas a aventurar mi súplica a tus manos de nieve…
Clara: -¡Oh!¡Emilio! ¡Haz realidad este sueño!
Emilio: -Compartiremos la misma miel de la alborada.
Clara: -Y tú serás mi dulce manantial secreto.
Escena 2:
Clara: -Canta el horizonte sonoro como un vertical atavío de confianza, amado Emilio, por donde se ve la luz de tu sendero, y las mariposas de sol que alean en el mar sucumben a mi regazo como una sola espuma de silencioso oro.
Emilio: -Por la dulce flor donde canta tu cintura, el esbelto trago de la noche son tus pies dormidos, que cantan en el rocío el suave amanecer.
Clara: -Enlaza mi cintura con tu amanecer, dulce golondrina.
Emilio: -Ésta sola presencia será como el recipiente donde se llena el manantial que calma las heridas, y añade fulgor a la plata en las estrellas, y hace revibrar
a las de oro, causando su concilio con el sueño de tus ojos ¡Oh, desvelo mío!
Clara: -Tu sueño aclarará mis pies de luna, que ciegan con la noche tu nocturno desvelo…
Emilio: ¡Santo desvelo de tus piernas de nieve!
Clara: -Lucen la claridad de la mañana.
Emilio: -¡Oh resguardo del amanecer!
Clara: Resguárdate del viento en mi regazo, tierna golondrina.
Emilio: ¿Es la miel de la noche ó el néctar de la luna lo que canta, desde tus labios, Clara?
Clara: ¿Es la mañana que se acerca a tus ojos, ó la penumbra que se aleja de la luna, amado mío?
(se besan)
Acto V
El bajel llega a la primavera.
Escena 1:
(En casa de Clara y Elías)
Clara: -Amado padre, por diáfanas elocuencias del verano veo tu mejora principiarse y nacer de la estrechez tu jovial mano, desdeñando las penumbras y hojas secas, como una luna que se separa de tinieblas, de nubes etéreas cuyo sinfín es el vacío… Ahora veo tu sonrisa en tus mejillas, acaloradas por la alegría y en sano resplandor te veo en primavera amado padre!
Elías: -Por esa sombra que me unió en sempiterna gracia de adjunta sombra, siento mis pies desatarse como un cardumen de raíces, donde se pronuncia un destilado árbol de dulce fruto.
Emilio: -A celebrar, entonces! Nuestro silencio serán las amapolas!
Elías: -Y tendré un regalo para hacerles… Ahora que ha llegado la primavera…
Clara: -¡Oh! ¡Emilio! En esta noche los grillos son más oscuros y las estrellas más brillantes!
Elías: -Escuchen pues, el regalo que les tengo…
Última escena:
Elías: -¡Resplandor de un ocaso dulce, en tierna llamarada enloquecida de refugio! ¡Claras ventanas por donde la noche dora su resplandor celeste! Efímeros restos de la luna, jovial princesa de augurado aroma de tierno niño de pimpollo resguardado en la cuna del albedrío palpitante!
En noches etéreas, la bruma me ha tangido pero la nieve me ha celado como un tallo de verde nacimiento, rosa desigual pero hermosa y más púrpura de invierno! En noches así, la nieve me ha clausurado pero me levanta el ánimo el juvenil arrebato de dulces atavíos de melifluo cauce!
Luna de noche azul, palabra de invierno, noche sosegada boca de añil respuesta efímera de verano dulce, miel del invierno!
A ustedes, mis flores nocturnas, les doy este legado de cariño!
FIN
Última edición por caminandobajolalluvia el Mar Oct 04, 2011 2:22 am, editado 3 veces (Razón : obra teatral de la semana.)
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