Asunción, 17 de agosto de 2009.
Muchas veces (muchas más de las que te merecés) intenté entender tu decisión de abandonarnos a nuestra suerte. Muchas veces, en intentos por no odiarte más, traté de justificarte, de ponerme en tu lugar, de pensar por un instante que habrás tenido tus buenas razones para borrar por completo de tu mente, tu corazón y tu conciencia, a la familia que habías tenido hasta entonces… pero nunca entendí, nunca… (y ya nunca lo entenderé… no es racional, ni humano…)
Me fue difícil odiarte, al principio. Mamá se esforzaba en hacerme entender que a pesar de todo, eras mi padre, y era incorrecto tener sentimientos malos hacia vos… pero ese argumento fue desdibujándose conforme pasaba el tiempo, y entendía, que tu abandono fue la crueldad más atroz que mi corta vida había experimentado…
Empecé a comprender efectivamente tu ausencia, cuando en la escuela, la maestra nos dijo que prepararíamos un festejo especial para los “papis”. Me sentí mal, desesperadamente mal… (mamá también, aún recuerdo su rostro apenado e impotente, y sus lágrimas incontenibles) cuando caí en la cuenta de que yo no tendría a quien invitar, a quien darle mi regalito, a quien desearle “feliz día del padre”… Y empecé a juntar cabos sueltos… Mamá tenía que salir a trabajar, cuando en casa de mis primos, el que trabajaba era mi tío, el papá de la casa; mis amigos pedían permiso para cualquier cosa a sus papás… yo, a mi mamá… e ir a pescar o a la cancha, era algo muy lejano para mí (era cosa de los papás con sus hijos), simplemente era inalcanzable para mí… así que empecé a sospechar que algo andaba mal conmigo… y contigo… (y con el mundo)
Pero el odio vino después, un poco después, cuando empecé a entender que el llanto recurrente de mamá, no era por alguna dolencia externa… no era por su dolor de cabeza, como nos hacía creer… era, nada más y nada menos, que por el devastador sentimiento que le produjo tu partida, tu huida, tu actitud egoísta y premeditada…
Y en ese tren de cosas, rehice la historia, la historia macabra de nuestras vidas, la historia que me sometiste a vivir, y que fue más o menos así…
Corría el año 1.981…
- Mamá no tenía profesión, era ama de casa, y con dos niños pequeños, tenía limitadísimas posibilidades de conseguir el sustento diario.
- Yo cumplía tres años, el día en que te marchaste.
- Mi hermanita tenía un año y algunos meses, y ese mismo día la habían bautizado. (Muchas veces me pregunté por qué elegiste un día de fiesta familiar para marcharte…)
- Cancelaste nuestro seguro médico.
- Con tu partida me robaste:
- Afecto.
- Protección.
- Identidad.
- Seguridad.
- Alegrías.
- Autoestima.
- Dignidad.
- Igualdad.
- Figura paterna.
- Un futuro con mayores posibilidades.
- Días del niño, navidades, cumpleaños, días de reyes, días del padre, entre otras cosas… (Puedo seguir engrosando esta lista, pero no me viene en gana en estos momentos).
- Tu poca hombría me dejó:
- Incertidumbres.
- Inseguridades.
- Vacío.
- Hastío.
- Madurez precoz.
- Preocupaciones.
- Culpabilidad. (sentimiento, no real)
- Desvelos.
- Odio.
- Rencor.
- Y una madre todo terreno, la mejor del mundo!!! (También puedo seguir añadiendo palabras a esta lista, pero así te la dejo).
Con un panorama tan sombrío para mí, empecé, por un lado a tratar de ser el mejor hijo para una mamá que no se merecía otra cosa (eso fue lo positivo), y por otro lado, a amontonar razones para desearte todo lo peor que la vida te pudiera dar, ya que el sentimiento de ser abandonado, de ser despreciado por tu propio progenitor, aquel ser menos pensado, dominaba por completo mi vida… hasta el punto de desear tu muerte, y de la peor manera… De nada servían los sermones de tus hermanos y hermanas, que lo único que lograban, era aumentar mi desdicha, y mi rabia. Máxime, al enterarme de que visitaban a todos los otros miembros de la familia, festejaban los cumpleaños de mis primos… y nosotros… bien gracias. Ni el saludo.
Así que no fue solo tu abandono, fue el abandono de la mitad de mi familia, de la mitad de mi vida, de tu mitad… de esa gente que hasta hoy día conozco demasiado poco para considerar verdaderamente como mi familia…
A Dios gracias, la otra mitad, suplió de la mejor manera que pudo, la ausencia inmisericorde de todos ustedes…
Tuvo que pasar mucho tiempo, y el mismísimo Jesús hubo de intervenir, para que pudiera empezar a pensar en la posibilidad de un acercamiento entre ambos.
Lo hice en algunas ocasiones, siempre con el mismo resultado en cada una de ellas, una actitud cerrada y definitivamente negativa hacia mí. Hasta me amenazaste con cortarme el teléfono en la cara, porque no te dije “papá”. Te acordás??
Qué ridículo… exigirme nombrarte con una palabra tan sagrada como “papá”, sólo por engendrarme… sos el colmo de la caradurez… el absurdo personificado… la nada hecha hombre… (entre tantas otras cosas)… En fin, este acontecimiento, que dejó al descubierto una vez más, tu enorme e insaciable egoísmo, desembocó en la decisión de no volverte a buscar, de borrar tu nombre de mi agenda, de olvidar que tuve la desdicha de intercambiar algunas palabras contigo… de soltarte…
Y resulta paradójico que hoy… más de 30 años después de tu “varonil hazaña” vengas a mí, exigiendo un perdón inmerecido, argumentando aquello de 70 veces 7, y que el arrepentimiento, repentinamente, ha tocado a tu puerta…
¿Le parece a usted, señor abandono, que para mí es fácil olvidarlo todo y perdonar? ¿Qué es el perdón para usted? ¿Acaso sólo una palabra vacía y aplicable sin más? …fueron 30 años de ausencia… 30 AÑOS!!! Y quiere usted que lo perdone en un abrir y cerrar de ojos? No soy una máquina que puede cambiar su chip, no puedo autoformatearme… estoy hecho de carne y hueso, tengo sentimientos, y estoy herido, profundamente, hasta las profundidades de mi ser…
No creas que disfruto al decirte todo esto, (no hay ningún aire ni deseo de revancha) no creas que me gozo en negarte el perdón… entiendo que esta es una carga pesadísima para mi alma y espíritu… (y que mi obligación como verdadero ser humano, es perdonarte) pero perdonar para mí significa: decidir… y sentir. Y aunque esté decidido a perdonarte, la parte afectiva me pesa, y mucho… y me niega… y te niega el perdón…
Pero dame tiempo, necesito digerir “tu exigencia”, y tal vez, solo tal vez, lo haga, cuando acepte que todo contacto contigo, será doloroso para mí, ya que me deformaste el alma, y no hay cirujano que la reconstruya…
Con dolor…
Frank.
E.N. 340: “Carta a papá Miguel” 19-08-2010.
Última edición por Andica el Sáb Ago 28, 2010 10:00 pm, editado 2 veces (Razón : microrrelato sugerido para la semana por Admin Andica)
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