cuando escucho un día en el que la melodía perfecta está herida,
y suena decadente en sus desagradables chillidos,
ajenos a toda su magestuosidad.
Escucho el regreso del silencio quebrar el cristal
que consume mis días con miradas de rencor y hostilidad.
El bullicio culero distorsiona mi melodía.
Mis oídos convulsos no aguantan el estertor
que arquea las lágrimas hasta mis pómulos,
y quiebra mi mascarilla
(la que me dio la gana de tener,
por no conseguir otra más vulgar).
Oh, decibelios pérfidos arruinan mi estadía,
la melodía inconclusa atiende su cámara
lejos de toda clase de fatiga. Y busca anular
con posibilidades terroríficas al intruso ruido
que la penetra... Como que si las notas se tomaran
en cuenta a título personal.
La melodía está herida, los decibelios gamberros generan ruidos,
no la dejan exhibirse ante mi absoluto oído. Distorsionan mi vista
los muy coprófagos empedernidos.
Es lo que hay.
Siniestra Nostram.
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