Velamen obsequioso cuyo púrpura admira
la elocuencia de tus labios, decidiera
la humildad de tu sábana retira
el eco de tu piel nadar pudiera;
y el insomne pez alado la vendimia
constelado de navegantes y de sombras,
alar pudiera los párpados asombras
de tu virtud nívea la sonrisa mía.
Alado pez que sobre el áura anochece
caliginoso lecho cual inspira,
el racimo de pudientes donde admira
el lecho tibio cual esconde y amanece…
Navega en oro espuma la vanguardia
cuanto blasfema la noche, retaguardia
constelación que sin estrellas no se esfuma
la sórdida esbeltez la plata exhuma.
Y avanzada la noche en mi simiente la manzana
del porvenir de encumbradas primaveras
donde la nieve ver si quieras
la noche endeble es párpado y lozana.
Anega el llanto, redime la simpleza
de un oro tenue cual sobria fortaleza
de una esperanza que siembra en su regazo
volumen, besos y el legado del remanso.
Paciente siembra la noche no licua
párpado sueña y abre y resplandece,
desiertas sombras del murmullo crece
abanico diamante nube que insinúa;
la noche tenue y el párpado se inunda
lágrimas cede y goza el paraíso
de este racimo cual húmida centella, profunda
rocío amable, bucle de agua, rizo.
Y se embate la presencia consumida
de la tormenta cual asiduo permanente
el cielo es estío solamente
alada en cuerpo, pasión por la medida;
y en las sábanas del viento la partida
de tu pie cual sandalia vespertina
esgrime un ala de cera consumida
alada en cuerpo, joven, repentina.
la elocuencia de tus labios, decidiera
la humildad de tu sábana retira
el eco de tu piel nadar pudiera;
y el insomne pez alado la vendimia
constelado de navegantes y de sombras,
alar pudiera los párpados asombras
de tu virtud nívea la sonrisa mía.
Alado pez que sobre el áura anochece
caliginoso lecho cual inspira,
el racimo de pudientes donde admira
el lecho tibio cual esconde y amanece…
Navega en oro espuma la vanguardia
cuanto blasfema la noche, retaguardia
constelación que sin estrellas no se esfuma
la sórdida esbeltez la plata exhuma.
Y avanzada la noche en mi simiente la manzana
del porvenir de encumbradas primaveras
donde la nieve ver si quieras
la noche endeble es párpado y lozana.
Anega el llanto, redime la simpleza
de un oro tenue cual sobria fortaleza
de una esperanza que siembra en su regazo
volumen, besos y el legado del remanso.
Paciente siembra la noche no licua
párpado sueña y abre y resplandece,
desiertas sombras del murmullo crece
abanico diamante nube que insinúa;
la noche tenue y el párpado se inunda
lágrimas cede y goza el paraíso
de este racimo cual húmida centella, profunda
rocío amable, bucle de agua, rizo.
Y se embate la presencia consumida
de la tormenta cual asiduo permanente
el cielo es estío solamente
alada en cuerpo, pasión por la medida;
y en las sábanas del viento la partida
de tu pie cual sandalia vespertina
esgrime un ala de cera consumida
alada en cuerpo, joven, repentina.
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