¿Que pasa?, ves la pelusa en el ojo de tu hermano ¿y no te das cuenta del tronco que hay en el tuyo?.
Mateo 7; 3-5
Hay una costumbre, un hábito, como quiera uno definirlo, que es una usanza en la expresión humana desde los siglos remotos hasta la actualidad y es la famosa y archiconocida frase, “perdona que te lo diga pero vos…”, ¡ay cuando te lo dicen!, y seguramente el que lo dice es alguien muy cercano al cual le has dado la confianza suficiente para que te lo diga, pero así y todo la urticaria que te produce es inevitable.
Comienza, aparte del cosquilleo en el coxis, una leve alteración del sistema nervioso que altera el nervio facial produciendo un perceptible frunce del labio inferior, una aspiración profunda de oxigeno por la nariz, una elevación de la ceja izquierda, dilatación de la pupila a causa del fruncimiento de los ojos y la inclinación (no se ustedes, pero en mí es recaracterístico) de la cabeza hacia la misma dirección de la elevada ceja.
Y después de toda esta transfiguración no te queda otra, por ser cortés por supuesto, que escuchar el compendio de lo que deberías hacer, actuar o hablar hacia ciertas personas ajenas a la misma persona que te está indicando que tu ego comete ciertos errores sociales.
Y este aquí, en el mismo momento que escuchas la declamación, percibes en el ojo de tu glosador una pestaña y le dices mientras acercas tu rostro hacia él o ella, indicando con tu dedo derecho tu propio ojo, ¡oye, tienes una pestaña en tu ojo! Y él o ella te responde levantando ambos hombros, ¡hace rato, pero aunque me lo refriegue y me lave el ojo no puedo sacármela, así que me resigne a su molestia hasta acostumbrarme!.
A ver ¿me dejas a mí? Preguntas y él o ella responde con un movimiento afirmativo de su cabeza ¿si puedes ayudar? Y tomas un pañuelo y con delicadeza y cuidado le quitas la pestaña.
A veces necesitamos que el otro u otra nos diga ¿qué es lo que molesta de uno a los demás?, pues no hay más ignorante que aquel que cree que se la sabe todas, por eso digo y repito, que es bueno preguntar cual es nuestra falacia, pero es la delicadeza y el cuidado del otro lo que hace la diferencia, es la forma en que quitas la pestaña, primero y antes que todo debes pedir autorización, porque no hay cosa peor que meter el dedo en el ojo ajeno sin antes prevenirlo y luego del aviso correspondiente utilizar otro instrumento que no sea la experiencia de uno, “yo soy, yo hago, yo hice, yo digo…”.
Es muy bueno y solidario ayudar, pero primero deben estar sin tu pestaña intrusa y luego como quiere la cosa, ayudar sin lastimar al otro, ¿no te parece?, ¡OH creo que me entró una basurilla en el ojo!, ¿me ayudas?...
Mateo 7; 3-5
Hay una costumbre, un hábito, como quiera uno definirlo, que es una usanza en la expresión humana desde los siglos remotos hasta la actualidad y es la famosa y archiconocida frase, “perdona que te lo diga pero vos…”, ¡ay cuando te lo dicen!, y seguramente el que lo dice es alguien muy cercano al cual le has dado la confianza suficiente para que te lo diga, pero así y todo la urticaria que te produce es inevitable.
Comienza, aparte del cosquilleo en el coxis, una leve alteración del sistema nervioso que altera el nervio facial produciendo un perceptible frunce del labio inferior, una aspiración profunda de oxigeno por la nariz, una elevación de la ceja izquierda, dilatación de la pupila a causa del fruncimiento de los ojos y la inclinación (no se ustedes, pero en mí es recaracterístico) de la cabeza hacia la misma dirección de la elevada ceja.
Y después de toda esta transfiguración no te queda otra, por ser cortés por supuesto, que escuchar el compendio de lo que deberías hacer, actuar o hablar hacia ciertas personas ajenas a la misma persona que te está indicando que tu ego comete ciertos errores sociales.
Y este aquí, en el mismo momento que escuchas la declamación, percibes en el ojo de tu glosador una pestaña y le dices mientras acercas tu rostro hacia él o ella, indicando con tu dedo derecho tu propio ojo, ¡oye, tienes una pestaña en tu ojo! Y él o ella te responde levantando ambos hombros, ¡hace rato, pero aunque me lo refriegue y me lave el ojo no puedo sacármela, así que me resigne a su molestia hasta acostumbrarme!.
A ver ¿me dejas a mí? Preguntas y él o ella responde con un movimiento afirmativo de su cabeza ¿si puedes ayudar? Y tomas un pañuelo y con delicadeza y cuidado le quitas la pestaña.
A veces necesitamos que el otro u otra nos diga ¿qué es lo que molesta de uno a los demás?, pues no hay más ignorante que aquel que cree que se la sabe todas, por eso digo y repito, que es bueno preguntar cual es nuestra falacia, pero es la delicadeza y el cuidado del otro lo que hace la diferencia, es la forma en que quitas la pestaña, primero y antes que todo debes pedir autorización, porque no hay cosa peor que meter el dedo en el ojo ajeno sin antes prevenirlo y luego del aviso correspondiente utilizar otro instrumento que no sea la experiencia de uno, “yo soy, yo hago, yo hice, yo digo…”.
Es muy bueno y solidario ayudar, pero primero deben estar sin tu pestaña intrusa y luego como quiere la cosa, ayudar sin lastimar al otro, ¿no te parece?, ¡OH creo que me entró una basurilla en el ojo!, ¿me ayudas?...
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