La esperanza es el sueño del hombre despierto.
Aristóteles
Girasoles de asfalto.
A menudo pinto flores
mancilladas en cemento
en mi desvalido intento
de abarrotar de colores
la ciudad y sus hedores.
Y perfumo las farolas
girasoles sin corolas,
de lavanda y azahares
que acompañan mis andares
en piruetas y cabriolas.
A menudo pinto besos
desvaídos entrecejos
de esas fauces sin pellejos
que rezuman los abscesos
de ambiciones y sus pesos.
Mis besos son de corinto
en asfalto variopinto.
Dejo vestigio de aquella
calle que preñó huella
en latido del instinto.
A menudo pinto trenes
con grafitos renegridos
en baladas sin sonidos.
Obturándome las sienes
invitan a sus andenes.
En estaciones montando
que detienen sólo cuando,
revisores sin miradas
recaudan horas hastiadas
de su manga un as sacando.
A menudo me sostengo
en el borde de un tejado
que al raseo me ha instado.
En cuclillas me mantengo
sin saber si voy o vengo.
Cincelo estíos en tejas
de amapolas en madejas.
Enredadas en mi pelo
de tuberías riachuelo
regando uralitas viejas.
A menudo peino versos
intuyendo los delfines
al compás de los clarines
danzar en la fuente inmersos.
De parques sus universos.
Y vislumbro una sirena
que varada en una antena
susurra a los caminantes
deambulando ignorantes
a mis delirios ajena.
A menudo tengo un sueño
que mi mundo me desmonta
con la saña de su impronta.
Y frunciendo voy el ceño
a ese espacio tan pequeño
de pavimento dormido.
Penetro sin hacer ruido,
si despierta mi quimera
quizás sea la primera
que se fugue de este nido.
Aristóteles
Girasoles de asfalto.
A menudo pinto flores
mancilladas en cemento
en mi desvalido intento
de abarrotar de colores
la ciudad y sus hedores.
Y perfumo las farolas
girasoles sin corolas,
de lavanda y azahares
que acompañan mis andares
en piruetas y cabriolas.
A menudo pinto besos
desvaídos entrecejos
de esas fauces sin pellejos
que rezuman los abscesos
de ambiciones y sus pesos.
Mis besos son de corinto
en asfalto variopinto.
Dejo vestigio de aquella
calle que preñó huella
en latido del instinto.
A menudo pinto trenes
con grafitos renegridos
en baladas sin sonidos.
Obturándome las sienes
invitan a sus andenes.
En estaciones montando
que detienen sólo cuando,
revisores sin miradas
recaudan horas hastiadas
de su manga un as sacando.
A menudo me sostengo
en el borde de un tejado
que al raseo me ha instado.
En cuclillas me mantengo
sin saber si voy o vengo.
Cincelo estíos en tejas
de amapolas en madejas.
Enredadas en mi pelo
de tuberías riachuelo
regando uralitas viejas.
A menudo peino versos
intuyendo los delfines
al compás de los clarines
danzar en la fuente inmersos.
De parques sus universos.
Y vislumbro una sirena
que varada en una antena
susurra a los caminantes
deambulando ignorantes
a mis delirios ajena.
A menudo tengo un sueño
que mi mundo me desmonta
con la saña de su impronta.
Y frunciendo voy el ceño
a ese espacio tan pequeño
de pavimento dormido.
Penetro sin hacer ruido,
si despierta mi quimera
quizás sea la primera
que se fugue de este nido.
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