Habitaciones ordenadas.

Su sonrisa era mas grande,
mucho mas grande que su cara…
Sus labios eran mas suaves,
mas suaves que la espuma
de una caliente cerveza.

Sus ideas revolucionarias
y su perfume de alquitrán,
fueron testigos de mi adolescencia,
de mi impaciencia,
y mi estupidez.

Con la importancia de un ¿Cómo te va?
y la simpatía de un, “no te conozco”
me llevo la cuerda al hombro,
y mi banco apoyo sus labios
en el suelo.

Nos medimos como dos titanes,
pero mi suerte de principiante,
fue menos suerte y más debutante,
que terminé siendo el ahorcado.

Antes de que sea horma,
le escribo un despido anticipado,
para no ir estrellando balcones,
y habitaciones,
ordenadas.

Dios sera mi abogado
de oficio,
por ese cielo que en su boca
es un purgatorio…

Yo perdí dos ojos,
una pata de palo,
una mano de acero,
y el timón de mi barco…

Por esas piernas,
que cabalgaban en mis deseos,
como puertas al subsuelo,
yo morí carbonizado.

Y obtuve,
mis arrugas,
recetas en tinturas,
y pastillas para el sueño...

En esos momentos
en que nuestros relojes
marcaban distinto,
lo que para mi duraba un segundo,
a ti el fastidio,
te marcaba un siglo.

Acostumbré
a acobardar a mis sentidos,
a mi mirada de un “te quiero”
a Violarte en un fuerte abrazo,
o escupirte en un pequeño beso.

Antes de que sea horma,
le escribo un despido anticipado,
para no ir estrellando balcones,
y habitaciones,
ordenadas.