Los hijos son las anclas que atan a la vida
a las madres ( Sófocles)
Tú nunca llegarás a saberlo.
Tú nunca llegarás a saber
que soy de fuego y viento.
Y que un día de mayo ,
cuando la tarde caía,
abrí mis entrañas a la primavera
y me veneró
el llanto del sauce en la cúspide donde anidan
los mas fieros desgarros.
Melodías celestiales
rechinaron en mis dientes
entumecidos
en desamparo del vientre desgarrado.
Y el mismo Dios despertó de su letargo
embriagando mi cordón umbilical
con su milenaria legaña.
Los ángeles caídos ,
se rindieron a mis pies
ante la supremacía del instante,
ese instante conciso y singular en la levedad del tiempo;
donde fui...
Sólo madre y ...madre sola.
Tú nunca llegarás a saber
que cual guardián de Israel
no duerme ni reposa mi alma,
ni cuando el ocaso peina mi embozo
en un suspiro de sombría incertidumbre,
ni al ungir la aurora sus brazos en mi pecho
arrullando la cumbre de mis pezones
con su mágica estela.
Y socavan latidos placentarios
los puntos cardinales de la geografía de mis días
y las coordenadas de mis noches.
Y desde ese día.
cuando la tarde caía.
El cosmos se alió en mis constelaciones
atando mis presentimientos al infinito.
Y fui oasis abierto al crepúsculo
refugio del exiliado
en tiempos belicosos,
cobijo en tardes lluviosas
y sonata de fieras decepciones.
Tú nunca lo llegarás a saber
pero si puedes llegar a entenderlo.
a las madres ( Sófocles)
Tú nunca llegarás a saberlo.
Tú nunca llegarás a saber
que soy de fuego y viento.
Y que un día de mayo ,
cuando la tarde caía,
abrí mis entrañas a la primavera
y me veneró
el llanto del sauce en la cúspide donde anidan
los mas fieros desgarros.
Melodías celestiales
rechinaron en mis dientes
entumecidos
en desamparo del vientre desgarrado.
Y el mismo Dios despertó de su letargo
embriagando mi cordón umbilical
con su milenaria legaña.
Los ángeles caídos ,
se rindieron a mis pies
ante la supremacía del instante,
ese instante conciso y singular en la levedad del tiempo;
donde fui...
Sólo madre y ...madre sola.
Tú nunca llegarás a saber
que cual guardián de Israel
no duerme ni reposa mi alma,
ni cuando el ocaso peina mi embozo
en un suspiro de sombría incertidumbre,
ni al ungir la aurora sus brazos en mi pecho
arrullando la cumbre de mis pezones
con su mágica estela.
Y socavan latidos placentarios
los puntos cardinales de la geografía de mis días
y las coordenadas de mis noches.
Y desde ese día.
cuando la tarde caía.
El cosmos se alió en mis constelaciones
atando mis presentimientos al infinito.
Y fui oasis abierto al crepúsculo
refugio del exiliado
en tiempos belicosos,
cobijo en tardes lluviosas
y sonata de fieras decepciones.
Tú nunca lo llegarás a saber
pero si puedes llegar a entenderlo.
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