la dulce luz que entonaba tu cielo
abierto a mis pupilas,
pues ví como se entregaron tus dedos
a la profecía de anclarnos en la misma dicha.
Es tiempo de cosecha,
tiempo convenido, ¡nuestro!,
tiempo de reencuentro.
Tenemos todo servido,
la plenitud de nuestros pechos,
elevados en gemidos,
almas afinadas en torrentes encendidos…
Es tiempo de amor,
amor a oscuras,
de ése que se entrega sin ataduras.
Aquí estoy,
entregada a este silencio,
que me dicta versos
al recuento de nuestros besos,
tantos, intensos …
Y la dulzura,
cómo obviar la miel de la ternura,
la pureza acaramelada de nuestras voces,
prodigándonos sentimiento vivo,
vida,
latidos,
corazones atrevidos
con voz azul,
manantial de locura,
locura de amor.
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