En una hora
Con su gran caja de papitas fritas,
la niña sube al metro, son las once,
el vagabundo le cede su asiento,
la noche huele a aceite y a sudores,
en algún templo la anciana se inclina,
en algún lecho dos cuerpos se buscan,
en algún patio marchitan dos flores
y hay un gato que busca en cada luna
y un perfume empapando cada escote.
La ciudad es cubierta por la lluvia,
las cortinas tras un crimen se esconden,
besos, besos lanzaba el marinero,
ya la mañana borrará su nombre,
ya las vitrinas sin neón se quedan,
los maniquíes sacan un revólver
y un gris teléfono siguió sonando,
un niño llama, nadie le responde,
la madre triste le ha escondido el rostro,
el padre se marchó con otro hombre,
los diarios hablarán sólo del fútbol,
los árboles se irán camino al norte
y, aunque nunca la ciudad un mar tuvo,
ve un naufragio repetido cada noche,
un oleaje de cuerpos y destinos,
una estela de sueños y jirones
y el mensaje navega en la botella
vaciada por el ebrio sin lectores,
la gaviota en su olvido picotea
los restos del pasado y de las voces,
ella pedía quédate, te quiero,
él dijo yo te quiero, no hay adioses,
y el ruido de su pie se fue de pronto,
tampoco ella volvió a esos balcones.
Y el viento que el smog sin más disgrega
barrió con cartas y con lagrimones,
la ropa se cayó de los cordeles,
un perro la orinó sin pretensiones,
un guardia regresaba muerto a casa,
otro a su puesto sube en una torre,
el ladrón en la iglesia se organiza,
sólo los pobres siguen siendo pobres,
en la silla descansa una camisa,
en un teatro comienzan las funciones,
de los que actúan sobre el escenario,
de los que actúan en sus corazones,
luego una copa, una canción, un beso
y el aplauso que alumbra los rincones,
la mariposa que se vuelve oruga,
la oruga que volvió seda su noche
y el hombre que de ser escarabajo
murió de pena, dicen los doctores.
Habrá una ley, prometen, para el tedio,
mas votarla da tedio a los señores,
y el tiempo de vivir ya lo destinan,
como los muertos, a esperar un coche.
En medio de la plaza un noble ciego
por su olor las estrellas reconoce,
y entrega su limosna a los mendigos
que ni su piel distinguen de esos cobres
y a las muchachas de falditas cortas
les brinda una sonrisa de colores,
yo tuve, yo tenía, va diciendo,
un arco iris como tú en mi cofre,
lo dejé abierto al ir por un encuentro,
vacío como yo quedó su azogue.
Es tarde, nada duerme, pero es tarde,
me esperan en su mundo otros relojes,
y las sirenas que cruzan las calles
ya morirán luego de dar las doce.
09 05 10
Con su gran caja de papitas fritas,
la niña sube al metro, son las once,
el vagabundo le cede su asiento,
la noche huele a aceite y a sudores,
en algún templo la anciana se inclina,
en algún lecho dos cuerpos se buscan,
en algún patio marchitan dos flores
y hay un gato que busca en cada luna
y un perfume empapando cada escote.
La ciudad es cubierta por la lluvia,
las cortinas tras un crimen se esconden,
besos, besos lanzaba el marinero,
ya la mañana borrará su nombre,
ya las vitrinas sin neón se quedan,
los maniquíes sacan un revólver
y un gris teléfono siguió sonando,
un niño llama, nadie le responde,
la madre triste le ha escondido el rostro,
el padre se marchó con otro hombre,
los diarios hablarán sólo del fútbol,
los árboles se irán camino al norte
y, aunque nunca la ciudad un mar tuvo,
ve un naufragio repetido cada noche,
un oleaje de cuerpos y destinos,
una estela de sueños y jirones
y el mensaje navega en la botella
vaciada por el ebrio sin lectores,
la gaviota en su olvido picotea
los restos del pasado y de las voces,
ella pedía quédate, te quiero,
él dijo yo te quiero, no hay adioses,
y el ruido de su pie se fue de pronto,
tampoco ella volvió a esos balcones.
Y el viento que el smog sin más disgrega
barrió con cartas y con lagrimones,
la ropa se cayó de los cordeles,
un perro la orinó sin pretensiones,
un guardia regresaba muerto a casa,
otro a su puesto sube en una torre,
el ladrón en la iglesia se organiza,
sólo los pobres siguen siendo pobres,
en la silla descansa una camisa,
en un teatro comienzan las funciones,
de los que actúan sobre el escenario,
de los que actúan en sus corazones,
luego una copa, una canción, un beso
y el aplauso que alumbra los rincones,
la mariposa que se vuelve oruga,
la oruga que volvió seda su noche
y el hombre que de ser escarabajo
murió de pena, dicen los doctores.
Habrá una ley, prometen, para el tedio,
mas votarla da tedio a los señores,
y el tiempo de vivir ya lo destinan,
como los muertos, a esperar un coche.
En medio de la plaza un noble ciego
por su olor las estrellas reconoce,
y entrega su limosna a los mendigos
que ni su piel distinguen de esos cobres
y a las muchachas de falditas cortas
les brinda una sonrisa de colores,
yo tuve, yo tenía, va diciendo,
un arco iris como tú en mi cofre,
lo dejé abierto al ir por un encuentro,
vacío como yo quedó su azogue.
Es tarde, nada duerme, pero es tarde,
me esperan en su mundo otros relojes,
y las sirenas que cruzan las calles
ya morirán luego de dar las doce.
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