Algún día lejano podrás entender
la danza de los ruiseñores en el viento,
graciosos y ufanos, y que en libre concierto,
cantan y sueñan con el sosegado amanecer
algún día, podrás finalmente aceptar
que las flores que exploran del sol su calor,
soliloquian su soledad con diminuto rumor
acariciando su brevedad antes de marchitar.
Y algún día podrás darte cuenta
del juguetear de las nubes y su loca peregrinación,
que erráticas persiguen, cual cenicientas de algodón,
el lejano horizonte y su mirada color pimienta…
Y zafarás de tus ojos esa venda despótica,
que no te dejó ver el brillo de las rosas,
ni escuchar el murmullo de las brisas revoltosas,
ni entender el resuello de mi alma caótica…
Y veras que te amé como a ningún otro,
más allá de los mares del pudor y la amatista
Ignorando a mi corazón, lacerándolo de aristas,
y entregándote mí ser sin ningún alboroto.
Algún día, mi amor, podrás atisbar,
que los sapos son igual de trovadores
que aquellos cisnes, de soeces conjunciones,
que nunca podrás complacer ni amar
y sabrás la respuesta a la cianótica duda
que recorta tu espíritu con bisturí asesino:
La rosa que olvidaste, y que hoy sigue su camino,
era la única llave a la pandora de tu dulzura.
la danza de los ruiseñores en el viento,
graciosos y ufanos, y que en libre concierto,
cantan y sueñan con el sosegado amanecer
algún día, podrás finalmente aceptar
que las flores que exploran del sol su calor,
soliloquian su soledad con diminuto rumor
acariciando su brevedad antes de marchitar.
Y algún día podrás darte cuenta
del juguetear de las nubes y su loca peregrinación,
que erráticas persiguen, cual cenicientas de algodón,
el lejano horizonte y su mirada color pimienta…
Y zafarás de tus ojos esa venda despótica,
que no te dejó ver el brillo de las rosas,
ni escuchar el murmullo de las brisas revoltosas,
ni entender el resuello de mi alma caótica…
Y veras que te amé como a ningún otro,
más allá de los mares del pudor y la amatista
Ignorando a mi corazón, lacerándolo de aristas,
y entregándote mí ser sin ningún alboroto.
Algún día, mi amor, podrás atisbar,
que los sapos son igual de trovadores
que aquellos cisnes, de soeces conjunciones,
que nunca podrás complacer ni amar
y sabrás la respuesta a la cianótica duda
que recorta tu espíritu con bisturí asesino:
La rosa que olvidaste, y que hoy sigue su camino,
era la única llave a la pandora de tu dulzura.
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