50 HORAS:
Despierto, poco antes de las 7 am, un día sábado; siguiendo una costumbre enciendo el celular, aun antes de salir de la cama; inmediatamente llega la señal de un mensaje de texto, lo busco, lo leo, es mi hermana que me avisa que a papá lo hospitalizaron en la madrugada en el Hospital Central de Maracay, me alarma la noticia y sin demoras la llamo, pregunto, ella contesta: Me cuenta los síntomas presentados por el viejo unas horas antes, me dice es una obstrucción intestinal, lo tienen en pabellón lo operarán hoy. Pienso en su edad, en su cuadro clínico, aunque no soy médico, siento que puede ser grave, que en ello se le puede ir la vida, recuerdo experiencia de otras personas que pasaron por lo mismo y no la contaron. ¡Lloro!, en el momento lloro, siento la pérdida desde ya, me arreglo rápidamente y junto a mi esposo partimos hacia donde él está. Llegamos al sitio, toda la familia está reunida, mis dos hermanas están arriba en piso 1 con él, me pongo a la orden, empieza el movimiento: Busco ropa de cama, llevo a mamá a casa a descansar, la traigo de regreso, Anita baja nos cuenta lo que sucede: “El está en la cola, en espera de su turno para ser intervenido, le están dado prioridad a lo casos que llegan que requieren atención inmediata, él esta estable, puede aguantar”. Le ofrezco ayuda, también la llevo a su casa para que descanse, se bañe, y buscar mas ropa de cama. De regreso me hago cargo de que todos coman, especialmente mamá. Comienza después la espera, sube Ana, baja Maritza, sube Maritza, baja Ana , llega una ambulancia, sale una ambulancia, cada vez que se repite la escena, todos sufrimos, sabemos que el turno de papá puede alargarse. Las horas pasan, mamá me insta a que suba a darle apoyo a Ana, a que hable con los médicos, que averigüe si es que nos están ocultando algo, que si el viejo no tiene esperanzas de salir de esto, que nos lo entreguen. Maritza llama a su marido, le dice que me consiga un pase y me guie hasta el piso 1 y él gentilmente accede, atravesamos por la caótica emergencia, no veo para los lados, cierro mis oídos, no quiero oír de tragedias. Unos recuerdos llegan a mi mente, la gastada edificación aun conserva vestigios de la grandeza con que fue construida. Pronto estamos en la sala de recuperación, veo al viejecito en su camilla, con sus sondas, está allí desvalido, resignado, le digo que lo amo, que estoy con él, que va superar la prueba, lo acaricio en su brazo tatuado y en su cabeza, me sorprende que aún sus músculos están fuertes. Me dice que tiene sed, que no le han dado agua, evito su mirada, no me gustaría transmitirle mi miedo, hablo con mi hermana, vienen enfermeras, pedimos ayuda para él que dice que no respira bien, le ponen oxigeno y nos piden a los familiares que salgamos del recinto, lo hacemos, buscamos un sitio donde sentarnos y descansar las piernas. En algún momento me quedé sola con mis pensamientos: Me preguntaba qué puedo hacer yo para cambiar esto?, me decía “!Su vida se va y no hay como evitarlo”. Que impotencia sentía”, que incapacidad en este momento extremo”. Me obligaba a proyectarme al futuro: A verlo regresar a casa, le daré el feliz año, lo llevaré al llano, lo veré reír otra vez, eso me daba paz.
La cuñada Jaquie, se une a nosotras, eso si primero habló con él, ella es especialista en hacerlo reír. Estamos unidas, nos trazamos la meta de lograr que el pase a quirófano en el próximo turno, oramos juntas, le hicimos “trampas” a seguridad para poder quedarnos las tres allí pendiente de todo. Y se logró la meta, salió una joven médica, le pidió las placas de abdomen del paciente y Ana salió como el corre caminos a buscarlas, las trajo, jadeando se las entregó, rato después la Dra. Se lo llevó en su camilla, el iba asustado, mi hermana dice que lloraba, mis palabras no salieron, oré por él. Lo solté a Dios: Le dije él no es mío, yo lo quiero vivo, aún así Dios, lo prefiero feliz y en paz, decide tu Dios lo que sea mejor para él. Me sentí feliz, el peso cayó de mis hombros, baje a darles la noticia a los demás, por supuesto que se alegraron, cené para ganar fuerzas. Ana bajó y cuenta que la Dra. Habló con ella, que le pidió un kit de colostomía nº 47, me comprometí a ubicarlo, a instancias de la médica compre otra medida, pues era urgente resolver el asunto, papá necesitaba salir de quirófano con eso. Ana y yo hicimos planes para su recuperación: “buscaremos una prótesis, entre todos lo llevaremos a una clínica para que se la pongan, la colostomía será temporal.”. Salio nuestro amado paciente de pabellón, el dolor lo golpeaba, le pusieron dos dosis de calmantes para aliviarlo. Jaquelin bajó, subió mama, la tía Rosa, establecimos el orden de las guardias y yo bajé con el dulce sabor de la victoria: ¡resistió la operación!, ¡una navidad mas con nosotros!. Me fui con mis esposo a casa de mis suegros a reposar, en el camino hice bromas respecto a nuestros miedos, por el pesimismo de algunos, hice planes,…en la mañana temprano regresaría a hacer mi guardia y después para Valencia. Me acosté, me dormí instantáneamente. Me pareció que solo había transcurrido un instante, cuando me despierta mi cuñado que toca la puerta, habla con alguien por teléfono, le dice algo a mi esposo, éste toma la bocina, habla, oye, cuelga y se dirige hacia mi: “Mami tu papa murió” Quise negarlo, llorar, gritar, después me dije “Tienes que ser fuerte” y aún de madrugada regresamos al Hospital. Otra vez los veo a todos reunidos, ya sin angustias sin prisas y otra vez mis hermanas resolviendo los asuntos legales para rescatar “el cuerpo”. Ya no es mi padre, solo queda el cuerpo, al que él le daba la vida, que de Dios había recibido y su vida regresó a Dios, a casa….Nunca conté el tiempo, las horas que duró todo eso, fueron muchas, larguiiisimas, eternas, como cincuenta.
Despierto, poco antes de las 7 am, un día sábado; siguiendo una costumbre enciendo el celular, aun antes de salir de la cama; inmediatamente llega la señal de un mensaje de texto, lo busco, lo leo, es mi hermana que me avisa que a papá lo hospitalizaron en la madrugada en el Hospital Central de Maracay, me alarma la noticia y sin demoras la llamo, pregunto, ella contesta: Me cuenta los síntomas presentados por el viejo unas horas antes, me dice es una obstrucción intestinal, lo tienen en pabellón lo operarán hoy. Pienso en su edad, en su cuadro clínico, aunque no soy médico, siento que puede ser grave, que en ello se le puede ir la vida, recuerdo experiencia de otras personas que pasaron por lo mismo y no la contaron. ¡Lloro!, en el momento lloro, siento la pérdida desde ya, me arreglo rápidamente y junto a mi esposo partimos hacia donde él está. Llegamos al sitio, toda la familia está reunida, mis dos hermanas están arriba en piso 1 con él, me pongo a la orden, empieza el movimiento: Busco ropa de cama, llevo a mamá a casa a descansar, la traigo de regreso, Anita baja nos cuenta lo que sucede: “El está en la cola, en espera de su turno para ser intervenido, le están dado prioridad a lo casos que llegan que requieren atención inmediata, él esta estable, puede aguantar”. Le ofrezco ayuda, también la llevo a su casa para que descanse, se bañe, y buscar mas ropa de cama. De regreso me hago cargo de que todos coman, especialmente mamá. Comienza después la espera, sube Ana, baja Maritza, sube Maritza, baja Ana , llega una ambulancia, sale una ambulancia, cada vez que se repite la escena, todos sufrimos, sabemos que el turno de papá puede alargarse. Las horas pasan, mamá me insta a que suba a darle apoyo a Ana, a que hable con los médicos, que averigüe si es que nos están ocultando algo, que si el viejo no tiene esperanzas de salir de esto, que nos lo entreguen. Maritza llama a su marido, le dice que me consiga un pase y me guie hasta el piso 1 y él gentilmente accede, atravesamos por la caótica emergencia, no veo para los lados, cierro mis oídos, no quiero oír de tragedias. Unos recuerdos llegan a mi mente, la gastada edificación aun conserva vestigios de la grandeza con que fue construida. Pronto estamos en la sala de recuperación, veo al viejecito en su camilla, con sus sondas, está allí desvalido, resignado, le digo que lo amo, que estoy con él, que va superar la prueba, lo acaricio en su brazo tatuado y en su cabeza, me sorprende que aún sus músculos están fuertes. Me dice que tiene sed, que no le han dado agua, evito su mirada, no me gustaría transmitirle mi miedo, hablo con mi hermana, vienen enfermeras, pedimos ayuda para él que dice que no respira bien, le ponen oxigeno y nos piden a los familiares que salgamos del recinto, lo hacemos, buscamos un sitio donde sentarnos y descansar las piernas. En algún momento me quedé sola con mis pensamientos: Me preguntaba qué puedo hacer yo para cambiar esto?, me decía “!Su vida se va y no hay como evitarlo”. Que impotencia sentía”, que incapacidad en este momento extremo”. Me obligaba a proyectarme al futuro: A verlo regresar a casa, le daré el feliz año, lo llevaré al llano, lo veré reír otra vez, eso me daba paz.
La cuñada Jaquie, se une a nosotras, eso si primero habló con él, ella es especialista en hacerlo reír. Estamos unidas, nos trazamos la meta de lograr que el pase a quirófano en el próximo turno, oramos juntas, le hicimos “trampas” a seguridad para poder quedarnos las tres allí pendiente de todo. Y se logró la meta, salió una joven médica, le pidió las placas de abdomen del paciente y Ana salió como el corre caminos a buscarlas, las trajo, jadeando se las entregó, rato después la Dra. Se lo llevó en su camilla, el iba asustado, mi hermana dice que lloraba, mis palabras no salieron, oré por él. Lo solté a Dios: Le dije él no es mío, yo lo quiero vivo, aún así Dios, lo prefiero feliz y en paz, decide tu Dios lo que sea mejor para él. Me sentí feliz, el peso cayó de mis hombros, baje a darles la noticia a los demás, por supuesto que se alegraron, cené para ganar fuerzas. Ana bajó y cuenta que la Dra. Habló con ella, que le pidió un kit de colostomía nº 47, me comprometí a ubicarlo, a instancias de la médica compre otra medida, pues era urgente resolver el asunto, papá necesitaba salir de quirófano con eso. Ana y yo hicimos planes para su recuperación: “buscaremos una prótesis, entre todos lo llevaremos a una clínica para que se la pongan, la colostomía será temporal.”. Salio nuestro amado paciente de pabellón, el dolor lo golpeaba, le pusieron dos dosis de calmantes para aliviarlo. Jaquelin bajó, subió mama, la tía Rosa, establecimos el orden de las guardias y yo bajé con el dulce sabor de la victoria: ¡resistió la operación!, ¡una navidad mas con nosotros!. Me fui con mis esposo a casa de mis suegros a reposar, en el camino hice bromas respecto a nuestros miedos, por el pesimismo de algunos, hice planes,…en la mañana temprano regresaría a hacer mi guardia y después para Valencia. Me acosté, me dormí instantáneamente. Me pareció que solo había transcurrido un instante, cuando me despierta mi cuñado que toca la puerta, habla con alguien por teléfono, le dice algo a mi esposo, éste toma la bocina, habla, oye, cuelga y se dirige hacia mi: “Mami tu papa murió” Quise negarlo, llorar, gritar, después me dije “Tienes que ser fuerte” y aún de madrugada regresamos al Hospital. Otra vez los veo a todos reunidos, ya sin angustias sin prisas y otra vez mis hermanas resolviendo los asuntos legales para rescatar “el cuerpo”. Ya no es mi padre, solo queda el cuerpo, al que él le daba la vida, que de Dios había recibido y su vida regresó a Dios, a casa….Nunca conté el tiempo, las horas que duró todo eso, fueron muchas, larguiiisimas, eternas, como cincuenta.
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