Prodigio de tus labios en los míos
Excusa, amante, si mi sueño no ha sabido
remontar otro Verano; tenme por excusa;
y el valor de tu dulzura, en el latido
deshonra los silencios, mi alba intrusa…
Excusa, por favor, mi labio amante,
…y si mi vientre espuma en la ladera,
el lento amor que Primavera cante:
no lo mates, y vuelve en tu suspiro valedera…
¿No la noche trenza tus miradas?
¿Y no la espuma diestra de tu mente
arraiga tu suspiro sofoco permanente,
que tu belleza adora, y legitima con tu beso
el arduo crepitar, de mi taimado rezo?
¿Y ya no la excelencia del verbo que repara
ya no la duna amante, de mi cadencia rota,
en tu suspiro, cauta, intrépida, se agota
de tu suspiro el labio, que yace entre tu vara?
¿Y no la noche dura, lo que arrima la mañana
para saciar el goce del canto perpetuado?
De tu silencio amado, ¿del llanto enamorado?
¿De la dulce marea que canta Luz temprana?
Y no mi hostil reclamo, que en labios de tu exceso,
furtivamente azoga, distancias con un salmo
a revestir mareas, del horizonte calmo,
perplejas en amores, ¿al rostro de tu beso?
¿Por qué no vuelves mella, distancia que acobardes,
los presos en holguras, son salmos en mitades,
que besan sus instintos, de vientres maternales
para saciar el goce, de muros infernales?
¿Por qué si llama adosa, suspiro va de centro,
mirada no es cualquiera, del canto del Adentro,
que la mirada lleva, y juega lentamente,
confusa, banalmente, si tu suspiro siente?
¿Por qué? No cautas noches son los días
de su romano intento, de burlas y porfías,
de cantos y aspavientos, de Cristos y de lunas
que por variar no exhiben, coloquios, lentas brumas,
de amor, castos abriles, figuras que consumas
para latir el sueño, ¿de albas entre dunas?
¿Por qué si Cristo alzara, el Cielo con venablos,
inmortal sería la noche, del sueño de sus Cantos
en otros Sabios ceños, del habla en sus vocablos,
y cantaría el viento, con alas sus Quebrantos?
¿Por qué? ¿Por qué la noche, si vuelve desmesura,
no bate los confines, de sordos entrelazos,
de ser contigo un ala, de fuertes los abrazos,
de sombras maniatadas, en sesgos de espesura?
¿Por qué, si el labio amante, de tu boca en la mía
el labio no promete, ni busca antagonía
en otra verde música, y rota de esperanza
si el labio que te busca, se muere de confianza…?
¿Por qué si sólo el velo, de tu boca añorada,
retorna como el Cielo, la mente desbocada,
a tu frágil incienso, de roble, lacerado,
en un frágil encono, de muerte, enamorado?
Por qué buscas amarme, y sin amarme apenas,
las llagas que son tristes, y páramo de arenas,
por qué, si no consuelas, este latido inerte,
no besas con oprobio, ¿el pecho de mi muerte?
No busques, es en vano. Mi alma tan juiciosa,
espera no se ausente, el beso de mi Rosa.
Excusa, amante, si mi sueño no ha sabido
remontar otro Verano; tenme por excusa;
y el valor de tu dulzura, en el latido
deshonra los silencios, mi alba intrusa…
Excusa, por favor, mi labio amante,
…y si mi vientre espuma en la ladera,
el lento amor que Primavera cante:
no lo mates, y vuelve en tu suspiro valedera…
¿No la noche trenza tus miradas?
¿Y no la espuma diestra de tu mente
arraiga tu suspiro sofoco permanente,
que tu belleza adora, y legitima con tu beso
el arduo crepitar, de mi taimado rezo?
¿Y ya no la excelencia del verbo que repara
ya no la duna amante, de mi cadencia rota,
en tu suspiro, cauta, intrépida, se agota
de tu suspiro el labio, que yace entre tu vara?
¿Y no la noche dura, lo que arrima la mañana
para saciar el goce del canto perpetuado?
De tu silencio amado, ¿del llanto enamorado?
¿De la dulce marea que canta Luz temprana?
Y no mi hostil reclamo, que en labios de tu exceso,
furtivamente azoga, distancias con un salmo
a revestir mareas, del horizonte calmo,
perplejas en amores, ¿al rostro de tu beso?
¿Por qué no vuelves mella, distancia que acobardes,
los presos en holguras, son salmos en mitades,
que besan sus instintos, de vientres maternales
para saciar el goce, de muros infernales?
¿Por qué si llama adosa, suspiro va de centro,
mirada no es cualquiera, del canto del Adentro,
que la mirada lleva, y juega lentamente,
confusa, banalmente, si tu suspiro siente?
¿Por qué? No cautas noches son los días
de su romano intento, de burlas y porfías,
de cantos y aspavientos, de Cristos y de lunas
que por variar no exhiben, coloquios, lentas brumas,
de amor, castos abriles, figuras que consumas
para latir el sueño, ¿de albas entre dunas?
¿Por qué si Cristo alzara, el Cielo con venablos,
inmortal sería la noche, del sueño de sus Cantos
en otros Sabios ceños, del habla en sus vocablos,
y cantaría el viento, con alas sus Quebrantos?
¿Por qué? ¿Por qué la noche, si vuelve desmesura,
no bate los confines, de sordos entrelazos,
de ser contigo un ala, de fuertes los abrazos,
de sombras maniatadas, en sesgos de espesura?
¿Por qué, si el labio amante, de tu boca en la mía
el labio no promete, ni busca antagonía
en otra verde música, y rota de esperanza
si el labio que te busca, se muere de confianza…?
¿Por qué si sólo el velo, de tu boca añorada,
retorna como el Cielo, la mente desbocada,
a tu frágil incienso, de roble, lacerado,
en un frágil encono, de muerte, enamorado?
Por qué buscas amarme, y sin amarme apenas,
las llagas que son tristes, y páramo de arenas,
por qué, si no consuelas, este latido inerte,
no besas con oprobio, ¿el pecho de mi muerte?
No busques, es en vano. Mi alma tan juiciosa,
espera no se ausente, el beso de mi Rosa.
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