Vuelo sobre Cantos nocturnos y de albas…

Vuelo sobre Cantos nocturnos y de albas…

Vuelo sobre Cantos nocturnos y de albas,
la luna inquieta, el fervor acicalado
el llanto protegido, la sombra sobre selvas,
el dolor sobre la testa, el sudor desamparado
la nieve sobre el resto, de amor petrificado,
el rostro congelado, de amor perpetua llama
la niñez que se derräma, la albura sobre el prado,
la inocencia sobre el ceño, el ceño que desama…

Vuelo sobre cantos y quimeras, de roja cal, hendidos
las fraguas y gemidos, la noche no liviana,
el alba envilecida, la sombra encarcelada;
estrellas en el arte, de desnudar mañanas
despojando al ruiseñor, y a la muerte airada…
¿Qué es lo que no gime? ¿Qué es lo que no queda,
idéntico al verano, del desierto sin arena?
¿Qué es lo que perdura: la muerte ó tu galera,
la sombra que vacía, ó allana, ó vitupera?

Si no es contigo el Ángel, dónde silbó tu manera?
de encontrar perdido el alba, sombra que la atempera?
Qué hay sino la muerte, herida sobre la estera,
canción nevando hielo, ardor de sola quimera?
Si no es contigo Dios, dónde quedó tu morada?
en el alba envilecida, ó en la muerte, depravada?
Dónde quedó tu silencio, en el llanto de esas bocas…?
Muere en tanto la noche, y las estrellas ya son pocas.

No ha quedado ninguna en el cielo,
no desnuda de clara altivez, para dormir en el hielo
de tan profunda consciencia, dejar todo por el suelo
y nevada la Clemencia, ó latidos en el celo
de una muerte presurosa. Cantando digo la cosa,
que no he de morir luego. Al menos una palabra
quedará en la polvorosa… Llanto de mudas palabras
y de aire de tristeza, llanto que mueve las almas, con sutil delicadeza…

¿Qué será de nosotros, los hombres? ¿Los niños y las mañanas?
Las mujeres, dónde irán? Quién va abrir la ventana?
Quién va a Soñar los sueños, quién curará las heridas?
Quién más destruirá la muerte, ó la vida, enriquecidas?
Si el oro queda en el polvo, no sea polvo de mierda el hombre.
Tenemos fines más altos, que una moneda de cobre.
Ó que nos cobre una moneda, toda la vida del hombre.
¡Ay Dios, ábreme una ventana, para ver el horizonte!

No sea nublado de humo, plegaria de bomba y azote,
no sea cambiado en infierno, no sea ruina y se agote!