De un espejo sin rostro

De un espejo sin rostro

Sugiero que te peines los cabellos
con el polvo del mar cuando no queden piedras,
con el cauce de los ríos cuando se acabe el árbol,
con la piel de las ciudades cuando no quede nadie
que te diga que estás calva, que estás muerta,
que no ha quedado nadie que te diga
que nos hemos muerto juntos y que no sabemos
ya qué hacer con la miseria de esperar sin ojos
que algo ocurra detrasito de la muerte,
de esperar sin manos que algo ocurra
detrasito de la vida, sin labios que algo ocurra
despacito en la palabra y su silencio,
como para poder dormir y, ya peinada,
decirte aún que tú eres, poesía,
la más bellas de todas las amadas,
la más triste de todas las difuntas,
la más pobre de todas las que esperan
regresar de tanto abismo y tanta muerte
a este cajón de rojo en que velamos
cada palabra que murió sin ya ser dicha,
cada palabra que murió por manosearla,
cada palabra que no está, porque no existe
y cada palabra que vendrá cuando todos
nos vayamos ya difuntos y peinados en tu misma calavera.

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26 01 15