Viaje
Vamos a devolvernos a la cuna,
al útero cordial, al óvulo y la esperma,
al padre que no fue sino un querido niño
y a la madre que a esa hora sólo amaba a sus muñecas.
Vamos a ir más atrás, a los enlaces
del a de ene viejo de la especie,
allí donde aquel mono aún no lo era,
más bien tenía escamas, branquias, cauda,
y cada vez fue más sencillo, como espinas
o tallos o raíces o estructuras
de un viejo vegetal recién salido del nitrógeno.
Acaso más atrás podemos vernos
en células informes, en mitosis
de mínimas moléculas de carbono
o de átomos sin más recién vertidos
por la lava o la explosión de nuevas placas.
Allá, al retroceder, veremos formas
de sólidos sin nombre, de vapores
y líquidos basales de la aurora,
acaso el sol era una lágrima de fuego,
acaso la galaxia un viejo limbo
en el que sin poder todas las fuerzas
salían de la nada sin futuro con futuro.
Allí, repito, allí, donde no hay huellas
de tiempo ni de espacio ni de sueños,
allí vamos a ir y a despertarnos
y vamos a cambiar de desventura.
Sé bien que aprenderemos, cuando estemos
en el miasma original, en la hojarasca
que desde la eternidad arrancó un fragmento
para darnos calor, oxígeno, guarida
y un nombre que repetir al infinito,
sé bien que aprenderemos que hay azares,
pero que no hay error en el diseño,
que todo se acopló como soñado,
que cada ebullición creó el vapor que era preciso,
que cada glaciación puso las capas
de piedras y vergel en un rigor de un orden santo,
que es nuestro error al fin ver la debacle,
la triste polución de nuestra esfera,
la grave autoridad de nuestra ruina,
que está en nosotros el colapso de la tierra,
está en la rueda que movemos, egoístas,
pensando ciegamente en las riquezas
que nadie gozará pues todo habrá acabado,
está en nosotros, además, la gran conciencia
de hacer lugar al bien y no al desastre,
de hacer mejor lugar de estas ciudades
para así conquistar un sitio pleno.
Allá el océano natal de las libélulas,
la leche que vertió vida en las grietas
y el mono que lloró por la belleza del ocaso,
acá el frescor de la esperanza que aún guardamos,
de la semilla que aún está por enseñarnos otro cielo:
el de un mundo con amor y por amor cuidado
como la herencia más sagrada de ese viaje
que, felices, alguna vez, nos impulsó hasta el infinito.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
26 09 14
Vamos a devolvernos a la cuna,
al útero cordial, al óvulo y la esperma,
al padre que no fue sino un querido niño
y a la madre que a esa hora sólo amaba a sus muñecas.
Vamos a ir más atrás, a los enlaces
del a de ene viejo de la especie,
allí donde aquel mono aún no lo era,
más bien tenía escamas, branquias, cauda,
y cada vez fue más sencillo, como espinas
o tallos o raíces o estructuras
de un viejo vegetal recién salido del nitrógeno.
Acaso más atrás podemos vernos
en células informes, en mitosis
de mínimas moléculas de carbono
o de átomos sin más recién vertidos
por la lava o la explosión de nuevas placas.
Allá, al retroceder, veremos formas
de sólidos sin nombre, de vapores
y líquidos basales de la aurora,
acaso el sol era una lágrima de fuego,
acaso la galaxia un viejo limbo
en el que sin poder todas las fuerzas
salían de la nada sin futuro con futuro.
Allí, repito, allí, donde no hay huellas
de tiempo ni de espacio ni de sueños,
allí vamos a ir y a despertarnos
y vamos a cambiar de desventura.
Sé bien que aprenderemos, cuando estemos
en el miasma original, en la hojarasca
que desde la eternidad arrancó un fragmento
para darnos calor, oxígeno, guarida
y un nombre que repetir al infinito,
sé bien que aprenderemos que hay azares,
pero que no hay error en el diseño,
que todo se acopló como soñado,
que cada ebullición creó el vapor que era preciso,
que cada glaciación puso las capas
de piedras y vergel en un rigor de un orden santo,
que es nuestro error al fin ver la debacle,
la triste polución de nuestra esfera,
la grave autoridad de nuestra ruina,
que está en nosotros el colapso de la tierra,
está en la rueda que movemos, egoístas,
pensando ciegamente en las riquezas
que nadie gozará pues todo habrá acabado,
está en nosotros, además, la gran conciencia
de hacer lugar al bien y no al desastre,
de hacer mejor lugar de estas ciudades
para así conquistar un sitio pleno.
Allá el océano natal de las libélulas,
la leche que vertió vida en las grietas
y el mono que lloró por la belleza del ocaso,
acá el frescor de la esperanza que aún guardamos,
de la semilla que aún está por enseñarnos otro cielo:
el de un mundo con amor y por amor cuidado
como la herencia más sagrada de ese viaje
que, felices, alguna vez, nos impulsó hasta el infinito.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
26 09 14
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