Hecho de sombra, mi ramaje
escoplo al atardecer en su coraje
abríase en su nombre la palabra esbelta
hecha cielo, cardumen, hecho peña
siempre blandiendo en Junio, en la vuelta
hecha enero, Septiembre, en la leña,
del oscuro llanto, ensimismado, del poeta
donde hay blancura, en el lirio, en la saeta
Blanco como el lecho, ardor, que me inflama
y hasta dónde su pecho no me ama?
Brincando de su Cielo a mi verde Proeza,
salvaje entonación de la belleza...
Que en arte tu trovador inmerso se sacude
haciendo del telón la misma cobardía
que arde y süeña y su corazón percude
calla, y sigue en su canción de amparo, y perdía
La misma huella que dejó tu Sombra
hecha de Luz, de sombra transparente,
de ciego ardor que muda, de repente
y calla, y adopta en su hermosura cuando alumbra
en su testa, el torreón de mar, y herrumbre
que calla en la siega de su estela, sin que nombre
estrepitosa tiranía. Flota su reflejo
y adopta en su murmullo el cielo de su espejo
Versos que callan y resuenan el ardor
de su mirada; quema el Sol pero árde oscura
taciturna el légamo de la flor
que imparte su henchida fragancia, y apura
su sollozo en el desmán de asentir prolijo la mañana
que serpientes alan en su cielo bermejos sueños
que fraguan, inmersas, su goce en la temprana
dulzura de su cauce y pueblan en los niños
Asume el trébol que incierta paloma no desvela
ciertos cambios en su lläma, ardïente Sombra que transcurre
en el quemante Sol que otëa sin su llama, lo que ocurre
y en su encinta ceremonia transcribe y no se antela
la vaga entonación melliza de un ágape que enseña
al paladar la misma locura del sueño que idolatra
y se encumbra entre sus dedos la herida es la reseña
del desvelo, que canta en su marea la noche pediatra
Donde el cüello devana el Canto del triste álamo
que besa desde el vïento su oro y su cïerre, en espuma
canta, y se desliza entre su pïedra y su ramo
y resurge de la ceniza, el mismo tamo que enciende bruma…
Besa, el aliento de la noche, que hasta el alba
no descuida el llanto que quïebra su canto
y abruma luego el letargo que llama su quebranto
casto provenzal que eriza y el olfato no me salva…
Érase las alas que cantaban en Otoño y Primavera
al mismo instante su verano y ya sü invierno
su callada pretensión de callado aroma que entrevera
entre las flores su parduzco retamo de cielo tierno
en su canción desde el silencio y cabe en su memoria
el mismo ardid del sollozo en lenta historia
abriendo menguas, tocadas al albor, de su recelo
la misma lluvia gris que imparte alas en el vüelo…
Cadencia, no se añade velamen en mi vïentre,
de sólo mar inmerso, espuma que se adentre…
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