[b]¡Ay hurí de Andalucía!
Granada la bien amada;
que al pie de sierra nevada
de nieve y sol coronada,
en luz, color y poesía
compites con la Alborada.
Primorosa clavellina
por dos riachuelos regada;
plantada en tierra divina,
entre albahacas y berros,
jacintos y mejoranas.
Solo pronunciar tu nombre,
cuanta emoción ya me embarga…
Y al recuerdo de tu vega,
tu sol y tus Alpujarras
no sé si tengo dos ojos
o dos aljibes amargas.
Cuántas lágrimas por ti,
Granada, han sido vertidas…
Si se tuviesen reunidas
y se las dejaran ir,
provocarían las crecidas
de tu Darro y tu Genil.
Y es que, Granada, por ti,
no es llorar una deshonra.
¡Por más que increpó la Horra
a su hijo, el Rey Boabdil!
Pues, de aquel que esté a tu vera
despiertas de tal manera
la humanas emociones…
Que en vez de en piedra, diría
que estás hecha de poesía,
de música y de canciones.
Granada, la del embrujo,
la de los ojitos moros,
la de mantilla y peineta,
la cuna de aquel poeta
que a toda España sedujo.
¡Ay! Granada y Federico…
Simbiosis de esencias puras,
de glorias y de amarguras,
de Reyes, grandes y chicos.
Misterio, pena, alegría,
belleza y melancolía
se dan la mano en Granada.
En esa ciudad encantada
donde el “Duende” suelto anda,
oculto entre los jardines
y palacios de la Alhambra.
Recaredo.
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Granada la bien amada;
que al pie de sierra nevada
de nieve y sol coronada,
en luz, color y poesía
compites con la Alborada.
Primorosa clavellina
por dos riachuelos regada;
plantada en tierra divina,
entre albahacas y berros,
jacintos y mejoranas.
Solo pronunciar tu nombre,
cuanta emoción ya me embarga…
Y al recuerdo de tu vega,
tu sol y tus Alpujarras
no sé si tengo dos ojos
o dos aljibes amargas.
Cuántas lágrimas por ti,
Granada, han sido vertidas…
Si se tuviesen reunidas
y se las dejaran ir,
provocarían las crecidas
de tu Darro y tu Genil.
Y es que, Granada, por ti,
no es llorar una deshonra.
¡Por más que increpó la Horra
a su hijo, el Rey Boabdil!
Pues, de aquel que esté a tu vera
despiertas de tal manera
la humanas emociones…
Que en vez de en piedra, diría
que estás hecha de poesía,
de música y de canciones.
Granada, la del embrujo,
la de los ojitos moros,
la de mantilla y peineta,
la cuna de aquel poeta
que a toda España sedujo.
¡Ay! Granada y Federico…
Simbiosis de esencias puras,
de glorias y de amarguras,
de Reyes, grandes y chicos.
Misterio, pena, alegría,
belleza y melancolía
se dan la mano en Granada.
En esa ciudad encantada
donde el “Duende” suelto anda,
oculto entre los jardines
y palacios de la Alhambra.
Recaredo.
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