Un padre nuestro para nuestro padre
Donde dice padre nuestro, léase padre muerto,
donde que estás en los cielos,
léase en el cementerio general de San Felipe,
donde dice santificado sea tu nombre,
léase, con postrera gratitud y gran certeza,
por siempre, sí, santificado sea tu nombre.
Y anónimo y rural, embravecido
de golpear tanto dolor sin que el pan se le abriera,
de firmar con su sangre las actas de sus días
y entender sin palabras que el futuro es lo incierto.
Y aunque no vino a nosotros tu reino,
más que en la forma del sudor y el llanto,
más que en un duro prosternar la paz a la pobreza,
hubo también una corona de oro
y tu mano revolviendo nuestro pelo
y ofreciendo naranjas, cual diademas a mis ojos.
Tampoco fue tu voluntad la que se hizo,
al menos no en la tierras, donde fuiste un obrero,
y no sé nada del cielo, ni siquiera si existe.
De todos modos nos dio nuestro pan de cada día,
hecho en hornos de barro, recién sacado como
los sueños que poblaron tantas noches de enero.
Y perdonó nuestras ofensas, aunque nosotros
no las admitimos claramente, aunque las suyas
contemplamos como jueces, para muy lentamente
entrar a comprenderlas esta vez como humanos,
y a perdonarlas esta vez tal cual ya perdonamos
las de los que nos ofenden, que siempre fueron muy, muy pocas.
Respecto a tentaciones, ya es muy tarde pedirte
que no nos dejes caer en ellas ni en sus lujos:
reímos, protestamos, nos fuimos de la casa,
nos quedamos con el vuelto, blasfemamos,
algún billete sacamos, miramos sin saber
cómo entender las peleas y odiamos
sin final la separación que alguna vez nos fue anunciada.
Como vez ni pensamos si caer o no en algo,
pusimos en acción lo que nos vino en conciencia,
sé bien que éramos niños, sé bien que arrepentirse
ni entonces ni hoy daría otro curso a nuestra historia,
sólo que hoy sí podemos pedir que no nos dejes caer en tentación.
Líbranos del mal, además eso,
del que llevamos dentro, del que vemos
y no vemos en las plazas de este mundo,
no sin empeño nuestro por librarnos,
sí con la ayuda paternal que nos de fuerzas.
Eres el padre, has muerto, pero vives,
y nada de esto es necesario, salvo
siempre hacer que sepas que te amamos,
cual la espera de nuestros actos y oraciones
es que siempre nos ames,
por los siglos de los siglos,
amén.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
24 01 14
Donde dice padre nuestro, léase padre muerto,
donde que estás en los cielos,
léase en el cementerio general de San Felipe,
donde dice santificado sea tu nombre,
léase, con postrera gratitud y gran certeza,
por siempre, sí, santificado sea tu nombre.
Y anónimo y rural, embravecido
de golpear tanto dolor sin que el pan se le abriera,
de firmar con su sangre las actas de sus días
y entender sin palabras que el futuro es lo incierto.
Y aunque no vino a nosotros tu reino,
más que en la forma del sudor y el llanto,
más que en un duro prosternar la paz a la pobreza,
hubo también una corona de oro
y tu mano revolviendo nuestro pelo
y ofreciendo naranjas, cual diademas a mis ojos.
Tampoco fue tu voluntad la que se hizo,
al menos no en la tierras, donde fuiste un obrero,
y no sé nada del cielo, ni siquiera si existe.
De todos modos nos dio nuestro pan de cada día,
hecho en hornos de barro, recién sacado como
los sueños que poblaron tantas noches de enero.
Y perdonó nuestras ofensas, aunque nosotros
no las admitimos claramente, aunque las suyas
contemplamos como jueces, para muy lentamente
entrar a comprenderlas esta vez como humanos,
y a perdonarlas esta vez tal cual ya perdonamos
las de los que nos ofenden, que siempre fueron muy, muy pocas.
Respecto a tentaciones, ya es muy tarde pedirte
que no nos dejes caer en ellas ni en sus lujos:
reímos, protestamos, nos fuimos de la casa,
nos quedamos con el vuelto, blasfemamos,
algún billete sacamos, miramos sin saber
cómo entender las peleas y odiamos
sin final la separación que alguna vez nos fue anunciada.
Como vez ni pensamos si caer o no en algo,
pusimos en acción lo que nos vino en conciencia,
sé bien que éramos niños, sé bien que arrepentirse
ni entonces ni hoy daría otro curso a nuestra historia,
sólo que hoy sí podemos pedir que no nos dejes caer en tentación.
Líbranos del mal, además eso,
del que llevamos dentro, del que vemos
y no vemos en las plazas de este mundo,
no sin empeño nuestro por librarnos,
sí con la ayuda paternal que nos de fuerzas.
Eres el padre, has muerto, pero vives,
y nada de esto es necesario, salvo
siempre hacer que sepas que te amamos,
cual la espera de nuestros actos y oraciones
es que siempre nos ames,
por los siglos de los siglos,
amén.
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