No hay tristeza en las hojas que solas se desnudan
ni en las velas que el viento apaga
que nómadas desfilan,
no la hay, ni en el fondo donde miro
cubierto de tantos colores apacibles,
ni en el horizonte cuando te pierdes
pues en el palpitar retengo la ilusión
de un mes de noviembre que resurge,
a pesar del frío de la noche, a pesar,
de las hojas secas que beben de los ríos,
tu mirada desprenden mis ojos
cuando discurro por las sombras del silencio
la hojarasca que revueltas por el suelo
juegan con mis pies, como por un campo de oro,
las hojas y mi pelo, transida de ágora
de lluvia que al final me besa,
en los parques como un manojo de hierba adormecida,
como un pájaro preso en la mano de un niño
como un hez de una copa demasiado bebida,
porque la hojarasca me cubre poseída
y me dice que es amor la lejanía,
que hace bello el paisaje hasta el arroyo
donde ayer la luz solía vernos desde lejos,
desde los remotos manantiales que fluían,
y hoy, su antología nos cubre de amarillo
en demora sobre la tierra bendecida,
en un octubre de memorias ya devueltas
de cenizas de un septiembre enfermizas,
donde encuentro la hojarasca tan rendida
sobre la tierra tan dulcemente húmeda,
que de tanto oír pasar el tiempo
en ella estaba todo lo vivido
como en un refugio antiguo,
volverá a surgir la primavera
y me atreveré a decir que fue de ella,
de las hojas secas ya cansadas
que bebían de la luz charcas de plata,
con la piel desnuda a los sentidos
y a un corazón que espera al alba.
ni en las velas que el viento apaga
que nómadas desfilan,
no la hay, ni en el fondo donde miro
cubierto de tantos colores apacibles,
ni en el horizonte cuando te pierdes
pues en el palpitar retengo la ilusión
de un mes de noviembre que resurge,
a pesar del frío de la noche, a pesar,
de las hojas secas que beben de los ríos,
tu mirada desprenden mis ojos
cuando discurro por las sombras del silencio
la hojarasca que revueltas por el suelo
juegan con mis pies, como por un campo de oro,
las hojas y mi pelo, transida de ágora
de lluvia que al final me besa,
en los parques como un manojo de hierba adormecida,
como un pájaro preso en la mano de un niño
como un hez de una copa demasiado bebida,
porque la hojarasca me cubre poseída
y me dice que es amor la lejanía,
que hace bello el paisaje hasta el arroyo
donde ayer la luz solía vernos desde lejos,
desde los remotos manantiales que fluían,
y hoy, su antología nos cubre de amarillo
en demora sobre la tierra bendecida,
en un octubre de memorias ya devueltas
de cenizas de un septiembre enfermizas,
donde encuentro la hojarasca tan rendida
sobre la tierra tan dulcemente húmeda,
que de tanto oír pasar el tiempo
en ella estaba todo lo vivido
como en un refugio antiguo,
volverá a surgir la primavera
y me atreveré a decir que fue de ella,
de las hojas secas ya cansadas
que bebían de la luz charcas de plata,
con la piel desnuda a los sentidos
y a un corazón que espera al alba.
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